Dos veces al año, cientos de aldeanos  viajan tres horas para pedir ayuda y protección al volcán Iztaccíhuatl .

Los habitantes de Santiago Xalitzintla se levantan mucho antes del amanecer para preparar las ofrendas que llevarán a la Mujer Dormida, como llaman cariñosamente al volcán inactivo Iztaccíhuatl que se alza sobre esta localidad en el centro de México.

Hay papas para freír en el banquete, y amontonan racimos de claveles rojos que llevan hasta un altar de piedra a 3.800 metros (12.470 pies) sobre el nivel del mar.

Dos veces al año, cientos de aldeanos  (incluyendo bebés, niños y ancianos) hacen un viaje de tres horas a través de un empinado bosque de pino y pasan por arroyos para pedir ayuda y protección al volcán.

Le suplican que traiga lluvia para sus cosechas, las proteja del granizo y calme las exhalaciones de ceniza de su vecino Don Goyo, como llaman al volcán Popocatépetl, que se encuentra en desconcertante actividad.

Verónica Agustín dice que la comunidad se ha acostumbrado a vivir con Don Goyo. Cuando este volcán se enoja, el suelo vibra, las puertas y las ventanas se sacuden, compara el sonido con el de los frijoles cocinando en agua hirviendo. “Miedo, miedo, no me da vivir bajo el volcán”, dice Agustín.

“Vibra y al tiempo asusta, pero nada más. Se pasa el susto”, agrega la mujer.

Santiago Xalitzintla tiene la distinción de ser la comunidad más cercana al Popocatépetl, cuyo cráter ha estado escupiendo lava y arrojando ceniza que a veces llega hasta Ciudad de México, 90 kilómetros (55 millas) al noroeste. La comunidad está ahora en alerta de evacuación, con alarmas para avisar a los residentes cuándo deben escapar a la ciudad cercana de Cholula.

La peregrinación para rendir homenaje a la Mujer Dormida (la silueta del volcán se asemeja a una mujer recostada) es una tradición que se remonta a generaciones. Los residentes de Santiago Xalitzintla celebran durante más de dos días a principios de mayo, lanzan fuegos artificiales, beben abundantes cantidades de tequila y cocinan comidas comunales a cielo abierto. Dos veces al año, se embarcan en un ascenso similar al Popocatépetl.

Debajo de una pequeña cascada en las laderas de Iztaccíhuatl, colocan ofrendas sobre un altar. Hay papayas y sandías talladas en forma de flores, tazas de pulque lechoso, una bebida alcohólica elaborada a partir de la savia fermentada de la planta de maguey, mazorcas de maíz, incienso y velas.

Es el Día de la Santa Cruz, una fiesta religiosa celebrada en muchas partes de América Latina que marca la búsqueda de la cruz de la emperatriz bizantina Santa Elena en la que Jesús fue crucificado.

Sin embargo, la ceremonia en el Iztaccíhuatl mezcla las tradiciones católicas con los rituales y creencias prehispánicas. Los peregrinos cantan himnos católicos y celebran misa para la Virgen María.

La principal cosecha en esta localidad en el estado de Puebla es el maíz, la base de la dieta mexicana.

“Como madre tierra debemos de cuidarla, porque ella nos da de comer, de lo contrario sería nuestro exterminio como seres humanos”, comenta Larión Hernández Chico, un peregrino de la localidad vecina San Mateo Ozolco.

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