Zaqueo era cordialmente odiado por sus compatriotas a causa de su profesión, que lo colocaba entre los pecadores públicos

Hoy 23 de agosto han trascurrido 235 días y solo faltan 130 para terminar este año 2018, la Iglesia Católica celebra a San Antonio de Gerace, San Arquelao de Ostia, San Asterio de Egea, San Ciríaco de Ostia, San Claudio de Egea, San Eugenio de Ardstraw, San Flaviano de Autun, Santa Fructuosa mártir, San Lupo de Nove, San Minervo mártir, San Neón de Egea, Santa Tidfil y San Zaqueo.

Zaqueo de Jerusalén  (Palestina, siglo I – 116) fue un obispo de Jerusalén. Es venerado como santo en toda la cristiandad. Fue el cuarto obispo de Jerusalén desde Santiago el Apóstol, sucediendo a Justo I de Jerusalén en 111. Muerto en 116, fue sucedido por Tobías.

Es nombrado por Eusebio de Cesarea (265-340) como obispo de Cesarea de Palestina e historiador del origen de la Iglesia que, en su «Historia eclesiástica», ennumera los nombres de los primeros obispos de Jerusalén citando a Santiago el Apóstol, Simeón, Justo y Zaqueo. Es citado también por varios hagiógrafos, incluyendo César Baronio en el siglo siglo XVI.

Recaudador de impuestos judío que aparece en el Evangelio de San Lucas (capítulo XIX, 1-10). Zaqueo era uno de los recaudadores jefes con sede en el oasis de Jericó, cuyos palmerales y huertos producían abundantes frutos sujetos a la vigilancia y a la competencia del fisco. Judío de nacimiento, Zaqueo era cordialmente odiado por sus compatriotas a causa de su profesión, que lo colocaba entre los pecadores públicos.

Hombre de baja estatura, para ver pasar a Jesús por Jericó tuvo que encaramarse a un sicómoro, y allí le sorprendió la benévola mirada del Maestro, que le dijo: «Baja en seguida, Zaqueo, porque hoy necesito parar en tu casa». La sorpresa del publicano, que en lugar de ásperas palabras oyó aquella singular invitación, está indicada en el relato evangélico por la prisa con que bajó de su árbol y por su alegría.

El hecho produjo la irritación de la muchedumbre, que acusó a Jesús de entrar en casa de un pecador. Pero ni Jesús ni Zaqueo hicieron caso de la calumnia y Zaqueo, en el umbral de su casa, antes de sentarse a la mesa, declaró su gratitud a Jesús: «He aquí, Señor, que doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si alguna vez defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo».

A la generosidad de Jesús, que al proponerse hospedarse en casa de Zaqueo desdeñó los prejuicios de la gente que evitaba todo contacto con los pecadores públicos, correspondió Zaqueo con una generosidad verdaderamente heroica para quien su mismo oficio había hecho avaro e implacable, abriendo su corazón a un impulso de caridad auténticamente evangélica.

 

 

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