«El Chino» participó en la procesión de los engrillados de Atlixco. Tiene menos de 20 años, pero ya carga una cruz y un dolor inmenso por un crimen que cometió. 

Quizás fue aquí en su tierra natal, Atlixco, Puebla, o quizás cuando se fue a los Estados Unidos de «mojado». 

Solo él y un sacerdote lo saben y lo callarán hasta la muerte porque este Viernes Santo, mediante el dolor, expirará su culpa. 

«El Chino» es uno de los 30 hombres que este medio día, cuando el sol quema más, caminaron descalzos, casi desnudos y con los ojos cubiertos, cargando cadenas amarradas al pecho y con una corona de espinas. 

Los engrillados de Atlixco son una tradición religiosa que se realiza en esta comunidad desde hace más de 100 años, y que se suspendió durante dos años por la pandemia de Covid19.

En esta ocasión se modificó el horario, debido a que en años anteriores esta peregrinación se iniciaba a las nueve de la mañana para evitar que los engrillados se insolaran, pero este año fue después del medio día para que concluyera cerca de las tres de la tarde, que de acuerdo con la tradición católica es la hora en la que murió Jesús en la cruz. 

«Perdóname Dios», el grito de dolor de los engrillados de Atlixco

«Perdona a tu pueblo señor, perdona a tu pueblo señor, perdona a tu pueblo, perdónale señor», fue la melodía que entonó la banda de viento una vez tras otra, en el recorrido de más de 5 kilómetros que realizaron los engrillados tras las imágenes de Jesús y la Virgen de Dolores, así como una centena de católicos a los que se les unió otro número igual de turistas. 

«Perdóname Dios» fue el grito de un engrillado de aproximadamente 40 años que al concluir la peregrinación, que duró más de dos horas, se arrodilló ante una cruz qué se encuentra en el atrio del ex convento de San Francisco, ubicado al pie del cerro de San Miguel

Este hombre, así como los demás engrillados, recibió apoyó, cada uno, por dos guías qué los tomaron de los brazos y les dieron instrucciones de por donde caminar. 

Por momentos les colocaban un cartón en el piso para descansar los pies y que no les quemará el pavimento caliente. 

A los que se les caían las espinas de las piernas y los brazos, los organizadores de la procesión les aventaban más para que en ningún momento dejaran de sentir dolor. 

Durante el trayecto los engrillados no toman agua y solamente se les ofrecen limones para que los chupen y eso les calme la sed. 

Previo a este día, los hombres que realizarán penitencia reciben catequesis y una preparación espiritual especial para tolerar la carga de dolor físico, ya que las cadenas pesan más de 20 kilos. La mayoría de ellos expían culpas tormentosas. 

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