La maternidad es quizás una de las condiciones más paradójicas que atraviesa una mujer, pues mientras es celebrada por la sociedad que condena duramente a aquellas que deciden no ser madres, el mundo laboral aprecia más a las mujeres que no son madres pues no tienen “distractores”, sin embargo la sociedad suele condenarlas por ser tan superficiales y solo pensar en su desarrollo profesional, pues sus pares masculinos no tienen que elegir, pues pueden ser padres y no ver afectada su carrera profesional.

Sin embargo el juicio no termina en la elección, pues si se decide “correctamente” ser madre, nunca se estará a la altura, nunca se podrán cumplir las expectativas de una sociedad que pretende que las madres dejen de ser mujeres, dejen de ser personas, para centrarse solamente en la necesidades de sus hijos y que no pretendan tener momentos de cansancio, de hartazgo, de irritabilidad o de soledad, porque les harán sentir culpa, haciendo de la maternidad, una de las circunstancias más difíciles de disfrutar, pues en el afán de venderla como ese hecho único en la vida que te transforma en un ser que deja de existir para vivir tan solo de la felicidad de sus hijos, no se cuenta que como todo en la vida, tiene momentos de absoluta plenitud y felicidad, pero también de cansancio, de angustia, de dolor y de miedo. Y que sentir todo eso, es absolutamente normal y no te vuelve una mala madre.

Maternar no solo depende de parir a alguien, sino de ser ese faro en la oscuridad, esa mano que brinda apoyo en la tormenta, ese abrazo cálido cuando el mundo se derrumba alrededor. No se trata de ser perfectas, sino de estar de la mejor manera que pueden. Yo tuve la fortuna de ser maternada no solo por mi madre, sino también por mujeres valientes, fuertes, independientes, que me amaron a su manera y me brindaron lo mejor de sí mismas y por supuesto que no eran perfectas, pero siempre estuvieron para mí. Yo aún pido la oportunidad de hacerlo algún día y devolver algo de lo mucho que recibí de esas mujeres maravillosas y cuya mayoría ya no están conmigo.

Debemos reivindicar la vivencia de la maternidad, para quienes lo eligieron, para quienes se vieron forzadas pero después descubrieron lo maravilloso que era, para quienes lo soñaron desde niñas, para quienes llegó por sorpresa, para quienes no tuvieron hijos pero eligieron maternar hijos ajenos, para quienes sus hijos están en el cielo, para todas ellas, las palabras que deberían escuchar todos los días y no sólo los 10 de mayo:Lo has hecho lo mejor que has podido y eso, lo hace perfecto. No seas tan dura contigo misma”.

Asumamos que la maternidad es una circunstancia, de la cual desconocemos en la mayoría de los casos, las condiciones alrededor. No hagamos preguntas imprudentes a quienes deciden serlo o a quienes  no, pues a pesar del eslogan que la maternidad sólo debe ser cuando se decide, hay circunstancias en las que se anhela y no se puede o donde se ha sido pero desafortunadamente se han perdido y se vive con ese dolor del vacío. No hagamos sangrar heridas que no podemos ver.

Celebremos a todas aquellas que han decidido maternar, ya sean hijos propios, ajenos, mascotas o proyectos, pues cada una deja lo mejor de sí en su decisión. No minimicemos ninguna elección, pues desconocemos lo que hay detrás y sin más: ¡Felicidades a todas aquellas que decidieron ser madres! ¡Gracias por todo su amor!  ¡Hasta pronto!

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