El suicidio aunque ha estado presente desde el inicio de la historia, no ha pasado inadvertido en ningún momento.

A raíz de los acontecimientos de los últimos días, se ha vuelto a tocar el complejo tema del suicidio y las personas se vuelcan en diversas opiniones en redes sociales y aunque podríamos pensar que se debe en éste caso a que se trataba de una figura pública, lo cierto es que es un tema que de por sí causa este fenómeno, pero ¿por qué?

El suicidio aunque ha estado presente desde el inicio de la historia, no ha pasado inadvertido en ningún momento.

Se ha buscado juzgar si es correcto o no, se ha castigado al que lo intenta, así como a su familia y se ha tratado incluso con tintes mágicos, al enterrar a los suicidas en encrucijadas para que no regresen a reclamar otras muertes, pero ¿por qué nos da tanto miedo que alguien tome la decisión de terminar con su vida?

Quizás porque es más común y más cercano de lo que pensamos, pues no lo cometen las personas impulsivas y explosivas en un arranque de emoción, ni los “locos”, sino que lo cometen personas en circunstancias tan comunes, que muchas veces no se alcanzan a ver las señales de emergencia.

Se han identificado algunos factores de riesgo, como son: poca tolerancia a la frustración, trastornos mentales como depresión, ansiedad o bipolaridad, baja autoestima, agresividad, impulsividad, así como falta de redes de apoyo, historia familiar con antecedentes de suicidio, abuso o maltrato, eventos traumáticos, pérdidas recientes, bullying o cualquier tipo de acoso.

Desgraciadamente existen muchos mitos acerca del suicidio y lejos de empatizar con el enorme agobio que atraviesa alguien que lo piensa cometer o lo intenta, nos limitamos a opinar y eso hace que los mitos permanezcan como “El que lo dice, no lo hace” o “El que realmente lo quiere hacer, lo logra.”

El suicido es un proceso, es decir que toma tiempo llegar a esa decisión y suele ser planeado con anticipación y si bien es cierto, que hay eventos que pueden detonarlo, lo más frecuente es tenerlo organizado para un momento en particular.

La mayoría de personas que lo planea, suele comentarlo y la elección del método, responde más a la facilidad de acceder al mismo, que a su deseo de morir.

En terapia suele ser un tema recurrente, tanto en etapas de ideación, como después de algún intento o por las familias que sobreviven a la decisión de un ser querido, de terminar con su vida.

La constante en quienes lo intentan o al menos lo han contemplado, es la llamada “visión de túnel ” que se refiere a un momento de tanto agobio, donde sólo la muerte parece ser la solución a los problemas y es entonces cuando suelen comentarlo con amigos o familiares que si estuvieran conscientes de los mitos antes mencionados, podrían brindar la comprensión que la persona necesita porque no, los suicidas en potencia, no suelen acercarse a los servicios de emergencia, sino a la gente que aman y en quienes confían.

Sin embargo no todos los casos son iguales y hay quienes pese al apoyo, deciden llevarlo a cabo porque están convencidos que es la única solución, también hay quien al perder su calidad de vida ante alguna enfermedad, decide suicidarse cuando aún es capaz.

Si hablamos en términos del proceso de duelo, suele ser complicado e incluso prohibido, pues hay familias que han tenido que disfrazarlo como un accidente, para evitar el estigma que supone enfrentarlo abiertamente en una sociedad que cree conocer las razones verdaderas y se atreven incluso a expresarlas con frases tan superficiales como: “ La culpa es de los padres que no estaban al pendiente.” o “Fue porque se peleó con la novia.”

Sea como sea, el suicidio es una elección y aunque a menudo no la entendemos, no debiéramos juzgarla porque como mencionan en la película de Mar adentro: “la vida es un derecho, no una obligación.”

Las opiniones se dividen en si es un acto de valentía o de cobardía, pero si tan sólo entendiéramos que se trata de una muerte como cualquier otra, sin tintes de heroísmo o victimización y que una familia sufre porque perdió a su ser querido, podríamos hacer que esas personas que lo consideran o las familias que lo han vivido, lo expresaran más abiertamente y se les pudiera brindar la ayuda que necesitan.

Espero que lo anterior nos sirva para reflexionar y generar algo de empatía.

No tomemos a la ligera si alguien nos expresa su deseo de matarse, pues quizás estemos ante la última esperanza de alguien que amamos.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente, desde el diván.

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