Si fuéramos más empáticos, nos tomaríamos el tiempo de llamarlos por teléfono, aunque nos cuenten cosas que consideramos irrelevantes.

Si bien es cierto que cada 28 de agosto circulan felicitaciones para los abuelos en lo que llamamos “su día” en realidad la celebración nació de la Primera Asamblea que realizó la ONU dedicada al envejecimiento en 1988 y aunque fue hasta 1998 que se estableció como un festejo nacional, se ha convertido en una fecha para conmemorar a aquellos padres y madres de apoyo que muchos hemos tenido la fortuna de tener, pero no se puede perder de vista que se trata también de una fecha para concientizar sobre el envejecimiento y todo lo relacionado, a este momento particular de la vida.

Todos los que tuvimos la suerte de crecer a lado de nuestros abuelos, podemos hablar de cómo su presencia nos ayudó a lidiar con la ausencia de nuestros padres, que por motivos laborales o ajenos, recurrían a ellos para cuidarnos, pero aunque siempre pensamos en estas figuras como de apoyo, no podemos tampoco dejar de lado sus necesidades y pareciera que poco a poco lo hemos hecho, pues incluso hay quienes ven casi como una obligación el cuidado de los nietos, cuando en realidad se trata de un acto de amor. Es muy común también que se los trate como si fuesen objetos sobre los que se puede decidir, llegando a tomar turnos entre los hijos para llevarlos de una casa a otra según sus necesidades o acuerdos y no por decisión del adulto mayor. Eso sin contar con los casos donde los abandonan después de quitarles sus pertenencias o cuando están enfermos, para no hacerse cargo de ellos, como si no hubiesen cuidado de sus hijos cuando ellos lo necesitaron.

Ésta celebración, debe servirnos para reflexionar sobre lo que implica la vejez en estos tiempos donde pareciera que dejar de ser joven, es malo, que cuando se envejece, se pierde el valor como persona y se ven relegados de una sociedad, que cada vez valora más la juventud como si fuera sinónimo de capacidad. No, los adultos mayores no son inútiles ni tercos como se les suele ver ni tampoco son incapaces de adaptarse a la tecnología o a los “nuevos tiempos”, ya que no es raro verlos también usando redes sociales e incluso triunfando en ellas con sus contenidos, pues cada persona es completamente diferente y muchos de ellos, tan solo requieren un poco de la paciencia que tuvieron cuando éramos niños y tampoco sabíamos cómo funcionaba el mundo.

Si tan solo pudiéramos entender que el envejecimiento es una parte natural de la vida, a la que con suerte llegaremos con salud y nuestras facultades mentales intactas, dejaríamos de regañarlos como si fueran niños pequeños, por desconocer cosas que nos son tan obvias a nosotros, pues pareciera que se nos olvidan todos los cambios que ellos han tenido que experimentar: de la televisión en blanco y negro al streaming, del teléfono fijo al celular que prácticamente es una computadora portátil, entre muchas otras cosas. pero además a partir de la pandemia, han sido un sector que ha sufrido muchas pérdidas, pues al ser los más vulnerables al inicio de la misma, se les aisló con el afán de protegerlos pero olvidando que para ellos, no tiene el mismo valor una visita presencial que una videollamada y en su mayoría, no logran distraerse tanto a través del internet como las nuevas generaciones. Es por ello que se vio un deterioro muy marcado en aquellos adultos mayores que ya cursaban con alguna demencia y en aquellos que no, se pudieron observar síntomas de depresión o ansiedad. Aquellos que aún trabajaban, fueron enviados a casa para protegerlos, pero no se les ayudó a compensar su falta de contacto con el mundo, pues en éste ritmo frenético en el que vivimos, pareciera que ya no hay tiempo de una llamada telefónica, sino tan sólo de algún WhatsApp que en el mejor de los casos sabrán responder, pero no le compensará la ausencia de sus hijos o nietos. Ellos provienen de una generación analógica donde las pláticas de sobremesa y las visitas dominicales no se sustituyen con stickers (por muy buenos que sean) y videollamadas. Si fuéramos más empáticos, nos tomaríamos el tiempo de llamarlos por teléfono, aunque nos cuenten cosas que consideramos irrelevantes, porque no olvidaríamos que ellos alguna vez nos escucharon por horas hablar de nuestros amigos de la escuela, las caricaturas, nos acompañaron mientras dibujábamos cosas que no se parecían a lo que pretendíamos o vieron nuestros bailes una y otra vez sin protestar. Ellos estuvieron para nosotros y ahora nos toca estar para ellos, porque solo a través del ejemplo elegiremos qué queremos mostrar a las nuevas generaciones sobre los adultos mayores: que son dignos de respeto y tan capaces como cualquiera, o que por ser mayores, han perdido todo su valor, sin olvidar que aquello que les enseñamos, será la medida de cómo nos traten cuando lleguemos a serlo. Empecemos en casa por mostrar el respeto y paciencia que merecen, para agradecer el gran apoyo y diferencia que hacen en la vida de los más jóvenes, sean o no sus nietos.

Desde aquí queremos que esta celebración sirva de reflexión sobre el cómo concebimos la vejez y que desde casa, pongamos un granito de arena para mejorar la situación de aquellos que nos dieron tanto.

Recuerden que esperamos sus comentarios a través de nuestras redes sociales.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.

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