Se llama la Cueva de Balamkú y, aunque sólo se ha explorado una tercera parte, ya se documentaron siete ofrendas.

Arqueólogos revelaron el hallazgo de un santuario subterráneo en Chichén Itzá.

Se llama la Cueva de Balamkú y, aunque sólo se ha explorado una tercera parte, ya se documentaron siete ofrendas con más de 200 incensarios, cajetes y una gran cantidad de piedras de moler, metates en miniatura, malacates, huesos de animales y tapas de incensario pintadas con cabezas de jaguar.

La cueva se ubica a 2.7 km de la fachada este de la pirámide de Kukulkán, conocida como El Castillo.

Los investigadores coinciden en que éste es el mayor descubrimiento en Yucatán desde el hallazgo de la cueva de Balamkanche en los años cincuenta.

Los primeros datos fueron presentados ayer, en la sede del INAH, por los arqueólogos Guillermo de Anda, Pedro Francisco Sánchez Nava y Roberto Junco Sánchez, quienes advirtieron que la información que se obtendrá en dicho lugar ayudará a reescribir la historia de Chichén Itzá.

“El lugar es abrumador, existe una gran cantidad de material arqueológico y su estado de preservación es muy bueno. Creo, sin lugar a dudas, que Balamkú es una de las más importantes cuevas de Yucatán y no exagero al decir que este es el hallazgo más importante en la zona de la Península tras la cueva de Balamkanche”, expresó De Anda.

Dentro de la cueva, que tiene la forma de un gusano, se hallaron cerca de 200 incensarios, vasijas y algunos huesos de animales.

Y uno de los elementos más valiosos del sitio es que no ha sufrido saqueos y su contexto está intacto. Según la primera exploración, hecha durante 2018, el material cerámico que ya se documentó data del periodo clásico tardío, es decir, de los años 700 a 800 d.C. y del periodo clásico, ubicado entre los años 800 y 1000 d.C.

Hasta el momento, detalló De Anda, los expertos sólo han realizado una exploración preliminar y aún no se efectúa ningún tipo de excavación, por lo que no se descarta la posible presencia de materiales más antiguos, incluidos restos óseos humanos, debajo de los lodos y sedimentos.

La cueva ya explorada se encuentra 24 metros debajo de la tierra, es laberíntica, pero aún no se ha concluido el mapeo.

De Anda reconoció que con esta exploración llega una segunda oportunidad para la arqueología, donde se podrían revelar los secretos de Chichén Itzá, debido a que cuando se descubrió la cueva de Balamkanche, ésta se convirtió en un sitio turístico que fue modificado sin que se concluyera la investigación.

Por su parte, Sánchez Nava dijo que estos sitios forman parte de la cosmogonía maya, es decir, el útero del mundo maya y la entrada al inframundo.

“Y estos espacios relacionados con el agua seguramente son rituales místicos ligados con la petición de agua para cosechas o con el espacio sagrado vinculado al inframundo, en donde nace la vida”, añadió.

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