Aunque parecía imposible, nunca hubo un regreso más anunciado. El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había dejado huella en la historia de México como emblema de autoritarismo, represión, corrupción y antidemocracia durante más de 7 décadas, y cuya derrota en cada elección había sido el principal objetivo de sus competidores y el de millones de ciudadanos, volvió por sus fueros luego de dos sexenios panistas en 2012 de la mano de un hombre joven, visto como apuesto y audaz, y cuyo rostro y voz se hicieron multitudinariamente conocidos gracias a una intensa campaña de posicionamiento a pesar de contar con una trayectoria más bien breve, pero en cargos estratégicos que lo fueron preparando para el que creía su papel vital, la Presidencia de la República, dados sus orígenes familiares y una presunta profecía que lo había anunciado mucho tiempo atrás: Enrique Peña Nieto o EPN, hijo predilecto de Atlacomulco, Estado de México.

Mario Maldonado, joven e incisivo reportero, autor de un libro sobre otro de los personajes que hicieron del Gobierno peñista un periodo pródigo en escándalos financieros y políticos (Lozoya, el traidor, Planeta, 2021), realiza en Confesiones desde el exilio: Enrique Peña Nieto (Planeta), a partir de entrevistas cara a cara con el expresidente, documentos e investigación periodística, un gran recuento de una etapa turbulenta que comenzó como una promesa y terminó en una pesadilla; los responsables de cada decisión y los entretelones tras la actuación de un grupo que se hizo del poder máximo a cualquier costo.

Entre Madrid y Punta Cana (República Dominicana), los dos puntos donde vive su aparentemente dorado exilio, Enrique Peña Nieto, el polémico expresidente de México (2012-2018), dio a Mario Maldonado una serie de entrevistas exclusivas para conformar su versión de los hechos que marcaron su paso por el principal cargo político nacional. Sin los eufemismos y afanes de justificación que caracterizan los libros de otros expresidentes, Peña Nieto admite errores, diferencias y una lucha abierta entre distintos personajes que lo privaron de conocer detalles cruciales, lo llevaron a tomar decisiones mal pensadas y, al final, causaron en su partido un cis- ma cuyas consecuencias aún son palpables en su disminución de influencia. Pero ¿cómo pasó del encumbramiento de una carrera vertiginosa teñida por el éxito, a la sombra de auténticos tiburones de la vida pública, a la peor aprobación de un mandatario en funciones?

Foto: Especial

En Confesiones desde el exilio: Enrique Peña Nieto (Planeta), Maldonado reconstruye la telaraña de relaciones y acontecimientos que prepararon el regreso del pri a la Presidencia, los años de imparable ascenso de una figura en apariencia irresistible en su encanto y que conquistó a gobiernos de todo el mundo, para precipitarse en una catarata de escándalos que acabarían favoreciendo a su peor crítico, el que lo relevaría en el poder y en quien tiene, sin embargo, a su mayor aliado, siempre y cuando se mantenga al margen de lo que ocurre en el país. Este agudo análisis esclarece cómo un grupo se hizo con el poder de manera impúdica, hasta que las consecuencias los alcanzaron.

El «pase de charola»: el precio de la silla presidencial

Además de ofrecer un panorama completo de la trayectoria y las conexiones entre los diversos y notables protagonistas del sexenio peñanietista, así como el contexto que permitió al llamado Grupo Atlacomulco mantenerse como el último bastión del poder priista hasta recuperar la banda presidencial entre la debacle que ya enfrentaban como partido en todo México, Confesiones desde el exilio describe en retrospectiva la trama de que se valieron quienes rodeaban a Peña Nieto para llevarlo a la cima, una confabulación para reunir fondos entre gobernadores y empre- sarios que se beneficiarían de un Gobierno que fuera su aliado, y al que podrían reclamar los acuerdos pactados.

Si bien en otro tiempo el aparato priista contaba con la participación de todos sus funcionarios, después de la transición democrática la competencia era real, y ganaría quien supiera llegar a la mente de la mayoría de los mexicanos.

De la multimillonaria e ilícita operación, cuestionada por la prensa desde el tiempo de la elec- ción, la principal secuela sería la detención de varios de los gobernadores a los que Peña Nieto describió como el «Nuevo PRI»: César Duarte, de Chihuahua; Javier Duarte, de Veracruz; Roberto Borge, de Quintana Roo, y Roberto Sandoval, de Nayarit, además de uno de sus principales operadores financieros durante la campaña, Emilio Lozoya Austin, quien fue director de Pemex. Sobre el propio Peña pesan sospechas por su estilo de vida, que él desmiente en este libro y

explica que se trata de recursos familiares; después de todo, nunca se proclamó como alguien venido de abajo, sino que era heredero de varios linajes atlacomulquenses.

El «Mexican Moment»: nada es para siempre

Al arribar a la Presidencia en diciembre de 2012, Peña Nieto repitió un esquema que le había funcionado como gobernador del Estado de México: una lista de compromisos firmados ante notario, con lo que se obligaba moralmente a cumplirlos, o dejaba constancia de haberlos efectuado. Aspiraba, como en su momento Carlos Salinas de Gortari con el Tratado de Libre Comercio, a dejar una impronta histórica: en su caso, abrir los monopolios energéticos de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad a la inversión privada, tema tabú en la política mexicana, dado el fervor nacionalista inspirado en la población desde la expropiación de ambos sectores.

Conseguidas dichas reformas estructurales gracias al acuerdo logrado con los principales partidos en una hábil maniobra a pesar de los resabios postelectorales, el Pacto por México, firma- do nada menos que al día siguiente de la toma de posesión, todo presagiaba una nueva época de oro para los recursos naturales de la Nación; no obstante, la revelación de adjudicaciones directas a contratistas predilectos —el tren MéxicoQuerétaro— a cambio de lujosos inmuebles, la desaseada gestión de Emilio Lozoya en Pemex y la desastrosa respuesta a movimientos sociales como el de los maestros en Oaxaca y los estudiantes de Ayotzinapa, hicieron que la luna de miel con la opinión pública nacional e internacional terminara abruptamente.

Ya sé que no aplauden…

Carismático y dicharachero, Enrique Peña Nieto se las arregló para sortear cada una de las difíciles pruebas que debió enfrentar antes, durante y después de la elección de 2012. Desde los rumores a la muerte de su primera esposa, su paternidad de un hijo fuera del matrimonio, su dificultad para mencionar un libro que le hubiese inspirado o las críticas por su papel en la represión a los pobladores de San Salvador Atenco que se oponían a la construcción del nuevo aeropuerto en el Estado de México, Mario Maldonado recapitula en Confesiones desde el exilio cómo EPN consiguió dejar atrás escollos que parecían dar al traste con su candidatura y convertirse en presidente por una clara ventaja, aun con señalamientos de un gasto desmedido en la campaña que incluía la compra de votos y un trato privilegiado de parte de los medios.

Por desgracia, ese mismo carácter le valió una reputación de frívolo, ambicioso y manipulador: no librarse a tiempo de colaboradores que perjudicaron su presidencia, y el manejo negligente de crisis como la «Casa Blanca», la visita de Donald Trump a Los Pinos, la «Estafa Maestra» y la fuga del Chapo Guzmán del penal de máxima seguridad del Altiplano cambiaron negativa- mente su imagen como estadista y sentenciaron su mandato al fracaso.

¿Qué hubieran hecho ustedes?

Como pocos presidentes, Peña Nieto debió someterse a un constante escrutinio en los medios y las redes sociales: cada gesto era objeto de memes y críticas, se juzgaba el costo de las ro- pas lucidas por su esposa y sus hijos, y su afición al golf. En Confesiones desde el exilio, Mario Maldonado ofrece la perspectiva del propio EPN: su percepción de que una facción tramaba su renuncia, la influencia que ejercía Luis Videgaray —el verdadero «poder tras el trono», según se ha documentado—, y las pugnas entre las facciones que aspiraban a sucederlo: los mexiquen- ses encabezados por Videgaray, y los hidalguenses con Osorio Chong al frente.

Con todo, Peña Nieto intentó plantar cara a las circunstancias y aparecer ante las pantallas para apelar a la audiencia como ningún político lo había hecho con anterioridad, atajando, entre otras dificultades, lo que se advertía como una creciente animosidad por el aumento al precio de la gasolina a comienzos de 2017. En los años finales de su Gobierno, y aun ahora, vio acotado su papel a gestionar la reducción de recursos como el petróleo y su desprestigio personal. Su controversial legado quedó determinado por entregar la codiciada banda tricolor a su princi- pal detractor: no podía darse con ninguno de los aspirantes de su gabinete y tampoco con el candidato panista —pese a las teorías conspirativas que hablan de pactos, incluso con López Obrador—, de modo que debió dejar que todo sucediera por primera vez sin favorecerlo personalmente, incluido el veredicto final sobre su administración. Mario Maldonado explora junto a EPN su relación con los expresidentes y el actual inquilino de Palacio Nacional, y la posibilidad de un eventual retorno a México.

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