En la escena musical mexicana ha surgido Peso Pluma, un cantante con actitud punk que nació de la “guerra contra el narco” y que ha hecho historia al poner media docena de canciones entre las más escuchadas a nivel global en Spotify, destronando a artistas consolidados como Miley Cirus, Bad Bunny y Harry Styles.

A diferencia de otros íconos de la música regional mexicana, el también llamado Doble P no exhibe un cuerpo inflado en el gimnasio: es flaco y lo presume sin pena y sin playera, mientras toca la guitarra con aires de Iggy Pop.

Esa actitud punk es lo que lo separa de los demás en su categoría: escandaliza a las buenas conciencias, reta al establishment, se planta contra el gobierno y va hasta contra la imagen hipermasculinizada de los cantantes machos mexicanos que lo antecedieron.

Las letras de la nueva estrella musical de estatura mundial reflejan el país en el que creció: tiene 23 años, es decir, entró a la primaria al mismo tiempo que en México estalló la militarización de la seguridad pública.

Cuando tenía 10 años, y componía sus primeros versos, Joaquín Guzmán Loera llegaba al escaño 701 en la lista de millonarios de la revista Forbes. Y cumplió 16 cuando todos los noticieros anunciaban que “El Chapo” se había fugado por segunda ocasión de una prisión de máxima seguridad y observó cómo miles de sinaloenses festejaban su escape por un túnel subterráneo.

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Se llama Hassan Emilio Kabande, pero casi nadie lo ubica por su nombre real. Mundialmente es aclamado como Peso Pluma.

Como millones de jóvenes en México de su generación, su niñez y adolescencia está marcada por la violencia y las primeras narcoseries del siglo XXI: en su canción “AMG”, Peso Pluma presenta a sus seguidores un auto de lujo que usaba Ovidio Guzmán; en “Igualito A Mi Apá”, sin mencionarlos, elogia a Los Chapitos y su fuerza en Culiacán; y en “El Azul” elogia al mítico fundador del Cártel de Sinaloa, Juan José Esparragoza. Amor y narco. Drogas y opulencia. La fórmula de un éxito inesperado.

Es sólo unos años más joven que “El Minilic”, Dámaso López; podría ser el hermano menor de Iván Archivaldo Guzmán o de Osiel Cárdenas Salinas, “Miniosiel”, el hijo del fundador del Cártel del Golfo; y es contemporáneo del rapero QBA, quien disolvió en ácido a tres estudiantes de cine en Jalisco y quien tenía miles de reproducciones en sus videos de Youtube. Su camada es una generación que idolatra a viejos capos, pero que desea vivir como narcojuniors a quienes no les urge salir de la pobreza rural, sino destacar en la riqueza urbana.

Para sus detractores, Peso Pluma es un apologista de la violencia. Un juglar del crimen organizado o un muchacho incapaz de sostenerse con talento propio en la industria musical. Sin embargo, para sus ya millones de seguidores es un influyente cantante que canta sobre el México profundo y quien en los próximos meses pisará los escenarios con los que soñaron Los Tigres del Norte o El Komander.

Quienes detestan sus letras y sus acordes incluso le han deseado la muerte en foros públicos recordando los atentados contra músicos que se acercaron demasiado al crimen organizado, como las amenazas contra Los Huracanes del Norte y los asesinatos de Chalino Sánchez o Valentín Elizalde. Quienes lo aman ya comparan sus letras con las de legendarios artistas que se volvieron cronistas de la violencia de sus comunidades, como el afroamericano Tupac Shakur, el rapero brasileño Macarrão o el rockero vasco Fermín Muguruza.

El fracaso del prohibicionismo

Su súbito éxito coincide con un hecho histórico para la música regional mexicana, pero de hace 36 años: también en una segunda semana de abril, pero de 1987, un gobernador priista se preparaba para la tarea imposible de prohibir los corridos sobre narcotráfico en México, a pesar de la popularidad que arrastraban desde la Revolución Mexicana.

Ese hombre, ex aspirante presidencial y entonces gobernador de Sinaloa, Francisco Labastida Ochoa, de hoy 80 años, sería el primer político en una larga lista que fracasaría en la misión de cancelar el género que hoy es considerado la semilla del movimiento alterado o corridos bélicos.

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