Asistentes digitales, sistemas de reconocimiento facial, programas de generación de imágenes o texto automatizados. Estas son algunas de las herramientas que la inteligencia artificial (IA) nos ofrece en la actualidad, y que siguen evolucionando,al punto de generar inquietud y dudas sobre sus alcances.

El mundo pone los ojos sobre herramientas como ChatGPT, Bard o Dall.e, y se cuestiona sus limitaciones, alcances y capacidades, las cuales parecen rebasar todo lo conocido hasta este momento. Sin embargo, la comunidad científica ve esto como una paranoia generalizada que limita las verdaderas capacidades de las IA en diversos rubros; uno de los más relevantes, la educación.

La Dra. Magdalena Ortiz de la Fuente, catedrática de la Universidad Tecnológica de Viena y experta en el estudio y aplicaciones de la IA, atiende una de las preguntas más frecuentes entre el gremio docente en la actualidad: ¿es posible seguir educando estudiantes que no solo tengan las capacidades básicas, sino que tengan el conocimiento para aprender con la inteligencia artificial?

Según explicó en un conversatorio en la IBERO Puebla, esto es posible una vez que se tenga consciencia del funcionamiento y complejidad de las IA, que, en realidad, siguen siendo tecnologías en construcción, con deficiencias muy marcadas y beneficios educativos diversos.

Para la Dra. Ortiz de la Fuente, es necesario saber que la inteligencia artificial no es una tecnología nueva: su origen data de la década de los cincuenta, y sus primeros avances se dieron entre 1959 y 1970. “Estos miedos no son del todo nuevos. Han ido y venido durante los años”. Sobre todo, vienen de la idea de que las máquinas reemplazarán cualquier función humana. La experta aclaró que esto no es posible: las herramientas de IA necesitan perfeccionarse y complejizarse aún más para que puedan alcanzar las funciones humanas.

Los programas actuales no tienen las capacidades suficientes para llegar a este punto debido a que solo son sistemas de predicción de texto que no desarrollan un pensamiento complejo sobre lo que se les solicita. Si bien contienen redes neuronales complejas y algoritmos que les ayudan a completar tareas, los resultados son predictivos y simples.

Esto no limita su utilidad, señaló la especialista, pero no es recomendable confiar ciegamente en los programas de inteligencia artificial. Las nuevas herramientas presentan sesgos importantes de información, procesamiento y fiabilidad, al punto de generar información errónea que la propia Dra. Magdalena Ortiz calificó como “alucinaciones”.

Ante estas deficiencias, la mejor manera de usar las bondades de la IA es en el fomento de la creatividad y la realización de tareas simples que permitan al profesorado y al alumnado concentrar su tiempo de clase en aprender y construir estrategias didácticas que nutran su aprendizaje.

“[La IA] nos abre un montón de posibilidades en la enseñanza de la ciencia. Las posibilidades son casi infinitas: interactuar con los datos de una manera diferente, visualizar los procesos, ver simulaciones”. De esta manera, la catedrática invitó a los docentes a perder el miedo a las nuevas tecnologías y darles un buen uso en su práctica.

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