Perritos y mascotas de diferentes especies fueron llevados por sus amos a escuchar misa y recibir la bendición por el día de San Antonio Abad


«Que no sufra ni padezca, que no este triste, ni le falten las fuerzas. Que no sienta dolor ni angustia, que no se sienta sola y que siempre tenga a su lado alguien que la cuide con amor», era la voz de mi amo que imploraba por mí ante San Antonio Abad, porque yo solo puedo ladrar.

Camino en cuatro patas y cojeo un poco. Dos amaneceres antes de encontrar a mi amo, al atravesar una calle, un auto me aventó hasta la otra esquina. Mi cadera golpeó y solo alcancé arrastrarme hasta un zaguán en donde lloré toda la noche.

En la madrugada ya no gemía de dolor, pero sí de frío y hambre. De pronto, los faros de un auto alumbraron el zaguán, pero aunque quisiera, no podía moverme. Del auto bajó un hombre alto y robusto. ¡Ay Dios! pensé que me patearía, pero en silencio se acercó, me cargó, me curó, me abrigó y me invitó a vivir con él. Hoy es mi amo.

Esta podría ser la historia de «Güera», que de acuerdo con Juan, un mecánico de 35 años, es la perra más dócil y leal que haya tenido. Desconoce su edad, y por sus características físicas, piensa que es una cruza de sabueso con algún otro perro callejero.

Juan vive en La Rivera Anaya, al nororiente de Puebla, pero se trasladó al Centro Histórico a muy temprana hora para que «Güera» fuera a escuchar misa al Templo de San Antonio donde también recibió la bendición para que, de acuerdo con su amo,  siga siendo dócil y no se muera tan rápido, pues a simple vista ya es vieja.

Soledad tiene 64 años y va jalando a «Luky», un perro raza beagle que le regalaron sus hijos desde hace 13 años para que la cuidara porque vive sola en ese barrio. Cuenta que hace tres meses caminaba por el mercado de la 18 poniente cuando otro perro atacó a «Luky» y que casi le arranca una oreja.

La mujer contó que le rezó a San Antonio Abad y le dijo a su perro: «verás que te vas a curar», de repente la voz se le entrecortó y se volteó a mirar la imagen del santo que a su lado está con un jabalí, y dijo: «el me lo curó».

Scooby, Mala, Chiquis Zuko, Lolita, Sebas y un sinfín de nombres más, algunos de raza, otros sin raza, pero todos tienen algo en común, tienen un amo que los cuida y los quiere tanto, que lo llevó a escuchar misa y a recibir la bendición de un sacerdote, y como si supieran que estaban en un lugar sagrado no ladraron, y obedientes solo se refugiaron en los brazos o se acostaron los pies de sus amos esperando la hora de volver a casa.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *