Pablo pegó de gritos y manoteo contra la pared por celos, también Mariana tuvo su dosis de escenas de pasión y descontrol total, cuando vio a su novio platicando con sus amigas.

Mariana y Pablo se conocieron en una secundaria particular, de esas que abundan en el centro histórico de la capital poblana donde la clase media lleva a sus hijos a estudiar porque en las escuelas públicas hay violencia y hasta venta de drogas porque las escuelas de renombre están lejos de su poder adquisitivo.

Estos chicos de 15 años como la mayoría de los de su edad se enamoran con las melodías de Bad Bunny, Maluma, Ozuna o Nicky Jam. “Dime si te acuerdas cuando chingabamos adentro del ascensor… Yo solo quiero echar un polvo contigo”, sonaba como fondo en la cafetería del colegio cuando Mariana y Pablo se dieron su primer beso de amor.

La historia transcurrió con normalidad los próximos tres años para una pareja de adolescentes que al salir de la secundaria decidieron juntarse y vivir en la casa de los suegros.

Hablo de esa normalidad a la que se han acostumbrado muchas mujeres desde sus hogares cuando su papá es todo un macho, que de vez en cuando muestra su poderío gritando, manoteando o hasta golpeando a su mujer, repito, solo de vez en cuando.

Entonces Mariana cambió sus diminutas faldas al estilo de las modelos de sus ídolos regetoneros por pantalones o ropa que cubra su delgado cuerpo de los chupetones que le dejó Pablo, para que se dejara de vestir como “puta”, porque solo las mujeres fáciles se visten así, le dijó el macho  con quien inició actividad sexual prácticamente al inicio de su relación.

Después llegaron las fiestas con alcohol, marihuana y hasta cocaína, drogas que cualquier adolescente puede adquirir por 50 o 100 pesos en los mercados de esta ciudad. En esta relación no solo Pablo pegó de gritos y manoteo contra la pared por celos, también Mariana tuvo su dosis de escenas de pasión y descontrol total cuando vio a su novio platicando con sus amigas sin que ella estuviera presente.

Ahora que viven juntos, ¿cómo es la historia? Muy parecida, solo que aparecieron los moretones en los ojos de Mariana, los cuales son curados por su suegra, quien le aconseja no provocar a su hijo.

Un día de esos, insisto, tan normales en la vida de muchas parejas juveniles, Mariana llegó al hospital. Pablo borracho y drogado le arrojó la base de la licuadora en el rostro, que necesitó de varias puntadas para cerrar su mejilla de la que corría la sangre.

Tras estar hospitalizada por varios días en una clínica del IMSS y no querer denunciar ante la autoridad ministerial a su esposo, fue referida al servicio de psiquiatría.

Mariana es parte de las estadísticas que maneja el IMSS respecto de que nueve de cada 10 mujeres que acuden al servicio de psicología han sufrido violencia por parte de sus novios o esposos, sin que estos casos sean denunciados reveló la psiquiatra María Eugenia Torres Castillo.

Insistió que los adolescentes son los que necesitan mayor atención para evitar que se repitan los modelos de violencia en las parejas juveniles. Explicó que el 39 por ciento de las mujeres entre de entre 15 y 24 años de edad sufren todo tipo de violencia, y un 43 por ciento la recibe de sus parejas.

Reconoció que se trata de una problemática difícil de atender y que el IMSS intenta difundir un mensaje para los padres de familia a que vigilan las relaciones de pareja que tienen sus hijos, ya que son ellos mismos los que acaban llevando a sus hijas a los hospitales cuando ya fueron golpeadas.

Añadió que en Puebla el número de denuncias sigue siendo bajo, detectando que las familias aun victimizan a las jóvenes agredidas asegurándoles que es mejor estar con sus esposos que estar solas. La psiquiatra llamó a las jóvenes derechohabientes a que soliciten el servicio para salir delante de situaciones que vivan violencia en sus relaciones.

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