Priscilla Henry. Para la mayoría en Estados Unidos y en el resto del mundo este nombre no significa nada.

Esto, a pesar de que la mujer afroamericana que vivió en el siglo XIX, tuvo una vida digna de una película de Hollywood.

Priscilla Henry nació y vivió buena parte de su vida esclavizada. Sin embargo, al conseguir su libertad comenzó a amasar una de las mayores fortunas de su época, la cual le permitió comprar la plantación en la que llegó al mundo.

Todo ello, gracias a que encabezó un controvertido negocio que hasta entonces era dominado por las personas de raza blanca: la prostitución.

BBC Mundo consultó a expertos y documentos para indagar sobre la vida de Priscilla Henry, a quien algunos consideran no sólo como una promotora de la integración racial, sino una pionera de las mujeres empresarias y una defensora de la libertad sexual.

El largo camino de Priscilla Henry

Henry nació en 1819 en una plantación de la localidad de Florence, en el sureño estado de Alabama, escribió la profesora de la Universidad de Wisconsin (EE.UU.), Ashley B. Cundiff, en su tesis doctoral dedicada a la cultura de los burdeles en el país nortamericano.

La mujer, quien era la mayor de seis hermanos, permaneció trabajando en los campos pertenecientes al terrateniente sureño James Jackson Jr. al menos hasta 1865, porque éste se negó a liberarla a ella y a las demás personas que tenía bajo su poder. Esto, a pesar de que la esclavitud había sido abolida formalmente por el gobierno de Abraham Lincoln dos años antes con la declaración de Emancipación.

Nada más conseguir su libertad la mujer se dirigió a “Mound City”, como se conocía en ese entonces a la ciudad de St. Louis (Missouri), a unos 615 kilómetros al norte de su estado natal, donde comenzó a trabajar como empleada doméstica.

“Henry se fue a St. Louis porque en esa época las lavanderas ganaban allí más dinero por su trabajo que en otros lados del país”, le dijo a STLPR, la cadena de radio pública de la ciudad sureña el periodista estadounidense Julius Hunter, quien es el autor del libro “Priscilla y Babe: de los grilletes de la esclavitud a madamas millonarias en el St. Louis victoriano”.

El periodista pasó seis años revisando en las bibliotecas, los registros públicos y de las iglesias, así como en los archivos de los diarios locales para su investigación sobre Henry y otra madama de la época: Sarah “BabeConor.

A reina muerta, reina puesta

Pero la liberta estuvo poco tiempo lavando ropa y limpiando las habitaciones y estancias de hoteles, pues pronto descubrió un negocio mucho más lucrativo: el sexo.

Como en otras ciudades a orillas de los ríos Mississippi y Missouri, en St. Louis la prostitución era una industria boyante.

“En el siglo XIX en St. Louis llegó a haber 5.000 prostitutas y eso que tenía una población de apenas 350.000 habitantes”, explicó Hunter.

Tras la Guerra Civil la urbe se convirtió en un imán para veteranos desencantados, ex esclavos, aventureros y cazafortunas, lo cual explica el auge del negocio del sexo. La actividad llegó a ser tan lucrativa que en 1870 las autoridades locales legalizaron temporalmente el trabajo sexual y comenzaron a cobrarle impuestos a los burdeles y a las prostitutas registradas.

La incursión de Henry en este sector no fue algo intencional, sino producto de una tragedia: el hotel donde trabajaba se quemó; y, por ello, terminó en una pensión en la que vivían mujeres que vendían sus cuerpos.

Y aunque no tenía atributos físicos destacables, por el contrario algunas reseñas de la época simplemente la describen como fuerte o robusta, el toparse con Thomas Howard, un ex soldado confederado que fue su amante, le abrió las puertas al mundo del sexo pagado.

Sin embargo, esta relación amorosa y comercial terminó mal. Howard, quien llegó a administrar los bienes de Henry, la defraudó e incluso fue acusado de matarla. Una sobrina de la madama afirmó que el ex uniformado envenenó a Henry con la ayuda de la cocinera personal de esta, Florence Williams, reseñó la profesora Cundiff en su investigación.

Los registros del censo local revelan que la mujer comenzó dirigiendo un burdel que empleaba a cinco mujeres negras de entre 19 y 30 años, el cual “se convirtió en el punto de encuentro de los marineros y aventureros, tanto blancos como negros”, describió el diario “St. Louis Post Dispach” en noviembre de 1895, en el obituario que publicó con motivo de la muerte de Henry.

“En la ciudad había una madama, Eliza Haycraft, que era la reina de los burdeles y que a su fallecimiento en 1871 dejó un vacío que Henry y quienes la apoyaban aprovecharon, porque consideraban que era tiempo que las mujeres de color incursionaran en ese campo. Al momento de morir Haycraft dejó US$ 30 millones en propiedades y dinero”, explicó Hunter.

Vía: BBC News

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