Se escanea la fotografía y luego se pasa a un papel. Se hacen los recortes necesarios para lograr un molde perfecto sobre un cartón.

En el corazón de Tochimilco, en un cuarto ubicado al lado de la cocina aún de leña y con cazuelas colgadas en los muros, hay un taller artesanal de Papel Picado, se llama Copantitla.

Ahí, Sandra Ariza y sus hijas,  materializan los pedidos de los clientes de la región, ya sea para bodas, fiestas de cumpleaños, pero sobre todo para la temporada de Muertos.

Ayudados con la tecnología decidieron innovar en 2016. Con la computadora se puede hacer diseños distintos a las calaveras o las letras.

Decidieron imprimir rostros, trabajar las fotografías de los difuntos para retratarlos en el papel picado que en 2020 adornan las ofrendas de Tochimilco.

Se escanea la fotografía y luego se pasa a un papel. Se hacen los recortes necesarios para lograr un molde perfecto sobre un cartón. De ahí, se escogen los lienzos de papel de china y los colores, para comenzar con el recorte manual.

El corte se hace con unos cinceles que en la parte filosa tienen distintas formas y grosores. Se empujan con fuerza y precisión con un martillo. 

En el taller también se hacen barandales para los altares tradicionales de Tochimilco; también tiras coloridas con el nombre del difunto personalizado.

Sandra aprendió el arte del Papel Picado a su suegro, Jorge Copantitla Pérez quien inició con la tradición.

Un papel picado con las facciones del difunto, no es común encontrar en Puebla o el resto del país, es algo hasta extraño.

La calidad del trabajo es magnífica, se logra obtener los rasgos de la persona,  el alma que ya partió.



El papel picado tiene su origen en la época prehispánica, donde las culturas de Mesoamérica utilizaban el papel amate para realizar ofrendas a sus dioses en los templos.

Los aztecas usaban morera y corteza de higuera para hacer un papel áspero llamado » Amatl”. Cuando estuvo disponible el papel tisú, los artesanos hacían de 40 a 50 capas de tejido y perforan diseños usando «fierritos», un tipo de cincel.

En la ofrenda que actualmente conocemos, en la que los frailes incorporaron este elemento indígena, significa el viento o el aire que atrae las almas en esta época.

SABÍAS QUE

La ofrendas de Tochimilco, un municipio poblano ubicado en las faldas del volcán Popocatépetl, a una hora de viaje desde la Ciudad de Puebla, son distintas a todas.

Son altares con diferentes niveles en color blanco, con decorados en tela de raso blanco, papel dorado y papel picado en las orillas que parece encaje, lo que se describe por Sandra Ariza como barandales. 

Otros dos elementos importantes son: las ceras y los ángeles llorones.

El altar tiene tres niveles que representan: el mundo de los vivos; el mundo de la transición y el mundo del reino celestial.

En el primer nivel se coloca la ofrenda: todo aquella comida y bebida que le gustaba al difunto. En el segundo nivel se colocan flores blancas y  fotos del fallecido.

Y en el tercer nivel hay imágenes de los santos, una cruz, y se construye una especie de nicho adornado con ceras labradas, incienso y elementos de la fe católica. 

La flor de cempasúchitl se coloca en los caminos que van desde la calle al altar, y a veces, se decoran los alrededores de la ofrenda.

Esta ofrenda o altar solo se coloca para los fallecidos en el año. Son visitados por los vecinos quienes reciben mole elaborado para la fiesta de bienvenida a las almas.

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