Cuando una mujer se convierte en madre nunca podrá separar a los hijos del pensamiento

El amor de una madre es infinito y tan ilimitado como el amor mismo. Suena tan filosófico y tan complejo que solo una madre puede entenderlo. No importa la edad, la profesión, las costumbres, ni las posibilidades económicas, el sentimiento es el mismo. Cuando una mujer se convierte en madre nunca podrá separar a los hijos del pensamiento, no importa que estos hayan crecido y se hayan ido de casa, su corazón siempre dormirá al lado de ellos.

Por las mañanas saldrán de sus casas dispuestas a comerse al mundo entero. No quieren ser vistas como hombres por llevar dinero a casa, quieren ser líderes, quieren destacar en sus profesiones, quieren ser bonitas y también quieren amar y ser amadas, pero sobre todo quieren ser el ejemplo y el orgullo de sus hijos.

Celia, Alma, Bibiana y Citlalic no se conocen, y quizás nunca se crucen en el camino pero tienen algo en común: su corazón late tan fuerte al hablar de sus hijos, que casi logro escucharlo…

La vida es mejor bailando

Celia Rodríguez Olarte, tiene 37 años y es conocida en el mundo del fitness como Sellita Fit. Desde hace tres años es instructora de zumba, crossfit y está en el camino del fisicoculturismo, y por ello su cuerpo no tiene huellas de la maternidad.

Una mañana agobiada por las cargas de la vida se dirigió a un gimnasio tomó las mancuernas, se miró al espejo y se prometió hacer algo que la hiciera más feliz que las labores del hogar. También juró ser ejemplo, para sus hijas de 15 y 7 años, de que una mujer con decisión y valentía puede lograr cualquier cosa que se proponga.

Ella como la mayoría de mujeres que acuden a clases de zumba llegó buscando una distracción, pero descubrió en el baile que podía encontrar esa rumba que le hacía falta para seguir danzando la vida con alegría.

“Como mujer me hacía falta algo que me llenara aparte de ser mamá. Empecé a ir a clases de zumba, luego me certifique y me aventé de inmediato a dar clases. Me seguí certificando y así comencé a darme a conocer en los gimnasios. Hoy no hay nada de aquella mujer de hace tres años, lo único que se quedó fueron mis hijas”, dijo.

Sellita llegó al parque donde quedamos de vernos caminando con su desbordada energía. Hacía falta estar fuera del gimnasio para que me confesara que entiende a las mamás que ahora instruye y que le dicen que quisieran tener su físico.

“Yo estaba en el lugar de las que ahora me dicen eso. A veces te quedas en unsueño porque falta la decisión de hasta donde quieres llevar tu cuerpo. Hoy me dedico al fisicoculturismo y quiero llevar mi cuerpo hasta dónde yo quiera. Mi trabajo ahora es motivar a las mujeres a llegar a su meta”, sonrió.

Antes de despedirnos me cuenta que quiere mostrarles a sus hijas que pueden lograr sus objetivos, que pueden ser autosuficientes económicamente y forjarse un futuro. Añadió que sus hijas la ven con admiración, y no solo como la mamá que carga pesas, sino la mamá que es fuerte de corazón.

Arréstame con la mirada

Alma Estefany Aguilar Cruz tiene 27 años y desde hace seis es policía de tránsito municipal. Tiene cuatro pequeñitos que cría con la ayuda de sus padres. Sus hijos sueñan con crecer y portar un uniforme como su mamá, ella sueña con terminar la carrera de abogada y ascender en la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal (SSPyTM) de Puebla.

En tanto esto sucede patrulla las calles de la ciudad y cuando debe infraccionar, impone su autoridad sin perder su amable sonrisa, cuando los que transgreden las normas de tránsito le piden que se tome una foto con ellos o hasta que los arreste.

Su porte gallardo, su maquillaje y su peinado perfecto, además de sus vivos ojos me hacen entender por qué desconocidos se atreven hasta invitarla a salir. Me cuenta que no se incomoda ante el halago caballeroso, aunque no ha faltado algún tipo soez.

Alma aseguró que no ha sido fácil ser policía y madre a la vez, pero que sus hijos la motivan todos los días a seguir adelante porque consiente de los riesgos de su profesión confiesa; “los enseñó a apoyarse porque el día que ya no esté aquí, quedan ellos”.

A ella le agobia la economía pues no hay dinero que alcance para mantener a cuatro niños y por eso quiere seguir estudiando para ser promovida y ganar más.

“Me pongo pensar hasta donde he llegado. Quiero más conocimientos para impulsar a mis hijos. No solo me veo aquí patrullando, sino tal vez en otra área. Afortunadamente o desafortunadamente no cuento con el apoyo de alguien más, pero estoy feliz porque sola he llegado hasta dónde estoy. No por el hecho de que tenga cuatro hijos significa que me voy a estancar, al contrario”, dijo.

Luego me contó que sus hijos le ruegan que vaya uniformada a la escuela para presumirla con sus amigos. Un par de veces al salir de guardia, ha asistido así al colegio y los niños gritan jugando: ¡Ahí viene la mamá policía. Aguas no nos vaya a arrestar¡

En un click la vida cambió

Bibiana Diaz tiene 42 años y es fotoperiodista desde hace casi dos décadas. A ella la vida la sorprendió, y en un click de su cámara apareció en su fotografía de vida una niña muy especial, su hija Ari de tres años, a la que ella llama su maestra de vida.

Camina desgarbada y ríe a carcajadas como solo ella sabe hacerlo. Con sus grandes ojos mira hacia todos lados para enfocar alguna imagen que capte el acontecer diario, mientras me comparte como es la crianza de una pequeña con Síndrome de Down.

Honesta como siempre ha sido, me confiesa que nunca aprendió a cocinar, pero eso no le preocupa, el padre de Ari sabe cómo alimentar a ambas. Lo que sí le preocupa es como tratará la vida a su pequeña y por eso pide al universo el don de la longevidad.

“Hace muchos años pedía morir joven, ahora pido vivir muchos años más. Mi maternidad fue a los 39 años, mi niña es muy pequeña aún y uno pues quisiera estar ahí el mayor tiempo posible para dejarle un soporte emocional para que ella pueda enfrentar la vida cuando yo no esté presente”, dijo.

Bibiana me contó que gracias a su pareja y a su familia ha podido continuar fotografiando a políticos, a empresarios, a ciudadanos de a pie, paisajes y todo aquello que se le atraviese en su agenda y en su cabecita creativa, sin descuidar a su hija quien se convirtió en su modelo favorita.

En busca de un tiempo libre

Citlálic Figueroa García tiene 35 años y es ginecóloga con especialidad en medicina materno-fetal. Tiene dos hijos de 12 y 13 años a quienes ve crecer con la ayuda de sus padres, mientras ella ayuda en el nacimiento de decenas de niños ya sea en el IMSS o de manera particular.

Bata blanca, cabello, maquillaje y porte perfecto, combinan con su amable trato. Su misión en la vida es enseñar a las mujeres como cuidarse, además de detectar posibles padecimientos que pongan en riesgo la vida de la madre o del bebé.

Citlálic no puede evitar reír cuando le pregunto qué hace en sus ratos libres y confiesa que desea sacarle tiempo al tiempo para convivir con sus hijos y ejercitarse al mismo tiempo, para ella la salud es lo más importante.

“ A veces por el trabajo uno no puede enfocarse en la salud personal y está mal porque nosotros somos personal de la salud. Cuando pasen los años me veo sana y feliz viéndolos a ellos realizarse. Me veo muy orgullosa, como pavo real porque sé que les irá bien porque son buenos chicos”, concluyó antes de seguir consultando embarazadas.

Y como les decía: el amor de una madre es infinito y tan ilimitado como el amor mismo, que al preguntarles a todas estas extraordinarias mujeres como se ven frente al espejo, no pudieron evitar hablar de sus logros, siendo los hijos los que siempre están en su mente y en su corazón impulsándolas a ser mejores seres humanos cada día.

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