Desechar la Reforma Eléctrica era clave para posicionamiento de la oposición pero cuando las estrategias son inmediatistas, los triunfos se difuminan pronto.

El pasado domingo 17 de abril, luego de 12 horas de discutir la iniciativa de la Reforma Energética del Presidente Andrés Manuel López Obrador, finalmente no progresó, Morena y sus aliados necesitaban las dos terceras partes de la votación, 334 votos de asistir toda la Cámara de Diputados y finalmente con 275 a favor y 223 en contra, la iniciativa se desechó.

La oposición comunicó el triunfo, centralizando el mensaje como una victoria política, una estrategia inmediatista centralizada en la visión de los partidos del bloque opositor sin considerar la visión de la ciudadanía. Por la noche al cerrarse la votación, el más beneficiado con el “triunfo” parecía ser el Partido Revolucionario Institucional, que consiguió captar la atención y estar en los reflectores del círculo rojo como una verdadera oposición.

Sin embargo, cuando los triunfos no se gestionan con estrategias en prospectiva avizorando todos los escenarios posibles, y saber qué hacer y qué mensajes centrales generar luego de un triunfo; sucede lo que ya es bien sabido, el triunfo se difumina pronto, máxime cuando el partido oficialista tenía preparada una estrategia comunicacional y política muy bien determinada para no sólo contener sino revertir el triunfo.

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El triunfo era sobre todo del PRI con generar visibilidad, pero no supieron gestionar el triunfo debido a que su estrategia comunicacional fue inmediatista. En cambio, Morena tenía claro realizar una estrategia de contra ataque, aprovechando lo que ya está bien cimentado en el imaginario colectivo de la mayoría de las y los mexicanos.

Porque la Reforma Energética era una batalla mediática, la política y de ejecución ya la tenía ganada el Presidente López Obrador desde hace unas semanas cuando el 7 de abril, la Suprema Corte de Justicia cuando validó la Ley de la Industria Eléctrica, que permite lo que no se permitió con la iniciativa de Reforma, dotar de poder económico y de decisión a la Comisión Federal de Electricidad.

Y para cierre con broche de oro para AMLO, fue la aprobación de la Ley Minera, la “nacionalización del litio” como fue estratégicamente llamada la iniciativa que fue aprobada enviada a la Cámara baja inmediato al rechazo de la Reforma Eléctrica y que pasó íntegra con 298 votos a favor, 0 en contra y 197 abstenciones y finalmente se reformó al ser aprobada por el Senado de la República en lo general y en lo particular.

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Nacionalizar el litio es un triunfo para AMLO y la oposición tampoco supo qué estrategia implementar. Y es que AMLO, conoce muy bien el humor social de la mayoría de la población que lo apoya, no alude a la razón, o da argumentos complejos de entender, sus mensajes tienen una estrategia muy clara: mover emociones que han sido provocadas y evocadas un sinfín de veces (sin importar el tema que se trate) gracias a que desde el inicio de su carrera política por la presidencia, su narrativa política no ha sido modificada tiene tres ideas centrales y no se sale del “guion” que coloca como enemigos a todos los que están en contra de él.

La oposición en cambio, comunica muchos mensajes a la vez y desvanece cualquier intento de querer sembrar emociones en el imaginario colectivo que le sean favorables. La oposición nunca supo ser oposición, en cambio el ejecutivo sigue siendo oposición, aunque esté en el poder.

Así que, sin filias ni fobias, tenemos AMLO para rato, y no hay oposición o más bien, sí la hay, pero no tiene estrategias asertivas, pareciera que no han entendido al México que gobernaron durante tantos años, tampoco entendieron que los escenarios no sólo nacionales sino mundiales están cambiando. El Partido Acción Nacional sigue encapsulado en estrategias de marketing político y el Partido Revolucionario Institucional continúa con las estrategias que cuando era el otrora “partidazo” le resultaban y le resultaban muy bien.

Twitter: @AlesandraMartin

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