Sueño con caminar sin obstáculos en la calle: Pamela, joven tlaxcalteca con discapacidad visual

. Pamela nació a los seis meses, su nacimiento prematuro requirió que permaneciera en incubadora. Los doctores le dijeron a su mamá que derivado de que no estaba bien desarrollada al nacer antes de los nueve meses, la luz de la misma quemó sus retinas. 

Por no preveer las posibilidades de que eso sucediera, algo que su madre sabe fue una negligencia médica, Pamela nunca pudo conocer los rostros de su familia, los colores, pero ella dice que el rojo es una uva, que el amarillo es un plátano y que los perros son bonitos, porque son suaves. Sabe que tienen cuatro patas, que tienen un hocico y una cola. 

Así Pam -como nos permitió decirle- descubrió el mundo, un mundo que cuando ella narra no parece complicado, porque se ha acostumbrado a las dificultades del día a día al ser una persona con discapacidad visual. Ella tiene ceguera total, pero tiene los demás sentidos super desarrollados; y gracias al apoyo de su familia y a su determinación, es una persona independiente.

Claro que las circunstancias podrían ser más incluyentes y menos difíciles, pero si no existen las condiciones, no es algo que la frene a llevar una vida como cualquier otra joven de 21 años.

La infancia de Pamela, su primer reto personal al sufrir bullying

Desde los 2 años, sus padres la llevaron a escuelas de educación especial. Comenzó en una de Ciudad de México, posteriormente a los 4 años ingresó al Centro de Atención Múltiple (CAM) 01 de Tlaxcala, ubicado en la comunidad de Ocotlán.

Hasta ese momento ella pudo convivir en un entorno de empatía y de seguridad. Las cosas cambiaron cuando le dijeron que era momento de integrarse a una escuela regular, pasaría a tercer año y estaba lista. Le emocionaba el cambio, la posibilidad de integrarse a un entorno “normal” para hacer amigos y aprender de sus maestros. 

Sin embargo, no fue así, no fue como ella lo imaginaba. La escuela, ubicada en Santa Anita Nopalucan, no era accesible, pero ese no era el mayor problema, porque ella sabe que los espacios no están a su favor, fue otro el factor que la desmotivó y orilló a querer dejar de estudiar a muy temprana edad.

“Había discriminación por parte de mis compañeros y mis maestros, pues no me querían aceptar porque decían que las escuelas no estaban adaptadas a mis necesidades, que ellos no sabían”.

Eran sus maestros y compañeros quienes la excluían, también los padres de familia, llegando incluso a señalar que no se juntaran con ella porque podían “ser contagiados”.

“El darte cuenta que la gente, tus compañeros, tus maestros no te aceptaban o no sabían como como tratarte, de alguna manera para mí fue muy triste porque yo quería convivir”.

Pero fue la maestra de Educación Especial de dicha escuela, quien la motivó a no desertar de los estudios. Así, Pamela concluyó la primaria. 

Una vida llena de independencia, el sueño de Pamela

En su casa se mueve como pez en el agua, porque sabe la ubicación de cada cosa y no le es necesario usar su bastón, lo complicado viene al cruzar la puerta, pero esto no es impedimento para que cada mañana llegue a la Universidad Autónoma de Tlaxcala donde cursa el séptimo semestre de la Licenciatura en Educación Especial. 

Actualmente Pamela ha sabido adaptarse a un contexto en el que debe de enfrentar muchos obstáculos en su camino: adoquines salidos, hoyos, banquetas desniveladas o con escalones. Además de un campus que a veces pareciera ser un laberinto.

Pero ella sabe que hay gente buena, gente que le ayuda a tomar el transporte público correcto, que la acompaña de la entrada de la escuela hasta su salón de clases. Ya en el aula, de una manera paradójica también es víctima de bullying.

Sí, a pesar de que sus compañeros estudian Educación Especial como ella, suelen excluirla. Pero tiene una mejor amiga, que al momento de esta entrevista la acompañó a nuestro encuentro. Como ella, hay muchas personas que le ofrecen su ayuda.

En cuanto a la tecnología, le ha sido una herramienta funcional para vivir su día a día. En su computadora tiene instalado un software que lee por ella en voz alta. En su cel, tiene una aplicación que viene por default. Para tomar apuntes en clases escribe en braille, pero como no siempre le da tiempo por la rapidez con la que hablan sus profesores, graba las clases en un audio. Así se ha destacado como alumna. 

El futuro en la vida de Pamela

Su sueño más grande es ayudar a personas con discapacidad, poder ayudar en el proceso de aprendizaje de niños que como ella enfrentan un entorno complicado, porque, asegura, Tlaxcala no es un espacio adaptado para este segmento de la sociedad. 

Ella comenta que su independencia comenzó cuando la dejaban ir sola a la tienda, incluso cuando la motivaron a continuar sus estudios. Hasta ahora su madre ha sido pieza fundamental en su vida, pues le ayuda en muchas cosas, y eso implica un reto aún mayor para ella: el futuro.

Aunque han sucedido situaciones en las que quiere soltar y abandonar todo, sabe que si en algún momento su madre no pueda o ya no esté, debe estar preparada para la vida totalmente como una persona independiente, por lo que en sus planes está terminar la universidad y trabajar, continuar con la convicción de que su discapacidad visual no es impedimento para nada.

¿Qué le debe el Gobierno a las personas con discapacidad visual?

Según la Sociedad Mexicana de Oftalmología,  en México hay 237 mil personas con deficiencia visual y alrededor de 416 mil personas con ceguera. Lo que coloca a México entre los 20 países con mayor número de personas con discapacidad visual o ceguera.

En Tlaxcala viven 203 mil 625 personas con discapacidad, y Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la más latente, es la ceguera o debilidad visual, pues al 45.8 % le cuesta ver aun usando lentes.

Para Pamela lo más difícil es trasladarse de un punto a otro, hasta ahora sólo ha encontrado gente buena en su camino dispuesta a ayudarla; pero a veces aún es complicado confiar. 

Correr con suerte no debería ser una moneda al aire en la cotidianidad, la garantía de los espacios adaptados para personas con ceguera como ella debería ir más allá del primer cuadro de la capital o los municipios, pues es en las comunidades habitan personas con esta discapacidad, y aunque pareciera que “ya se acostumbraron”, la verdad es que a Pamela; a todas las personas ciegas les gustaría caminar con mayor seguridad por Tlaxcala.

Mi vida como madre con discapacidad motriz, entre sueños y luchas

Me llamo Jean Marie, soy comunicóloga de profesión. Todo era «normal», pero en 2019, un accidente laboral se combinó con una mala praxis médica, dejándome con una discapacidad motriz.

Para muchos, esto podría haber sido una tragedia total, especialmente al ser mujer, madre, profesional y encontrarme en una edad media. Sin embargo, esta experiencia ha sido una lección de vida transformadora.

No es simplemente un crecimiento emocional personal; es una revelación que te sensibiliza de una manera única. Si bien antes tenía la perspectiva de apoyar a las personas con discapacidad, ahora, al estar en estos «zapatos», me considero una persona 100% empática.

Cambié, para ser alguien que, en carne propia, comprende las necesidades y ajustes requeridos para una verdadera inclusión. Así surge la convicción de que no debemos seguir maquillando aspectos en los que se necesita la labor de activistas, ciudadanía y, sobre todo, políticas y acciones gubernamentales en todos los niveles y poderes.

Es imperativo dar prioridad a las personas con discapacidad, reconocer sus necesidades y capacidades. No más discursos vacíos, necesitamos que la inclusión sea una realidad palpable en nuestras vidas.

Mi experiencia laboral también ha sido reveladora. Tuve un compañero de oficina, servidor público y abogado, que se autodenominaba empático y respetuoso hacia las Personas con Discapacidad (PCD). Sin embargo, a diario, hacía comentarios y bromas despectivas sobre mi andadera, creyendo que era un accesorio de moda o un juguete. Esta falta de empatía y respeto evidencia la necesidad de una educación más profunda y una verdadera comprensión de las experiencias de las PCD.

Las instituciones gubernamentales, a pesar de presumir ser inclusivas, a menudo se quedan cortas: rampas que son más estorbos que soluciones, cajones de estacionamiento inaccesibles y la falta de consideración en la planificación de edificios son solo algunos ejemplos. Incluso en simulacros de protección civil, la falta de protocolos específicos para PCD revela una falta de conciencia sobre nuestras necesidades.

Las barreras cotidianas son numerosas. Desde la falta de rampas accesibles hasta la falta de conciencia en el uso de cajones de estacionamiento para PCD, la discriminación persiste. La sociedad necesita comprender que la inclusión va más allá de eso; implica repensar la estructura misma de nuestro entorno.

Yo, también soy madre de una niña con espectro autista, y ella ha sido mi mayor inspiración. Me ha mostrado la verdadera resiliencia y me ha enseñado a luchar por los derechos y la inclusión.

Mi hija y yo compartimos un sueño: una sociedad donde la inclusión no sea solo un discurso vacío, sino una realidad palpable. Queremos que la perspectiva de género y discapacidad se integre de manera genuina en las políticas públicas y acciones gubernamentales.

En palabras de Martin Luther King, «Yo tuve un sueño». Nosotras también soñamos con un mundo donde ejercer nuestros derechos como PCD sea la norma, donde la dignidad humana prevalezca y donde la inclusión sea una realidad cotidiana y no solo un discurso ocasional.

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Foto: Especial

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