El Partido Revolucionario Institucional (PRI) poblano tiene una ruta específica, con varias arterias y veredas, que lo alejan del proyecto de su presidente nacional, Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, ese al que apodan Alito, para entregarse al PAN y buscar su propia sobrevivencia política y libertad. Pero eso resulta una ruta bienaventurada.
Los intereses de los líderes locales priístas transitaban en armonía con el gobierno estatal, desde antes del fallecimiento del gobernador Miguel Barbosa Huerta.
No hubo enfrentamiento, a pesar de las histéricas voces que los azuzaban, porque permanentemente se concretaron alianzas parlamentarias y acuerdos legítimos.
El apoyo del tricolor en el Congreso local siempre fue valorado por Barbosa y así se los hizo saber y demostrar a los legisladores del tricolor.
Su interlocución directa con el coordinador de la fracción, Charbel Jorge Estefan Chidiac, fue permanente y públicamente conocida y reconocida.
A pesar de su tono bravo, Barbosa dejó ver con la oposición más su tono de parlamentario experimentado.
Fue una relación profesional con los partidos adversarios del lopezobradorismo poblano.
Ahora bien, con su propio estilo, ahora el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina ha sabido reforzar y continuar esa relación legislativa cordial, con el PRI y con los demás partidos opositores y aliados a la Cuarta Transformación (4T). Él también es un parlamentario probado.
En ese clima, el Revolucionario Institucional no va a subirse a batallas estériles. No tiene ni capacidad ni ánimo, para ese desgaste. La alianza con el PAN y el minúsculo y desprestigiado PRD se reeditará en Puebla, si así lo deciden las dirigencias nacionales.
Pero el PRI poblano tiene su propio derrotero y se asoma una estrategia específica, con Estefan y José Chedraui Budib, amigo entrañable del gobernador, en la operación e interlocución. Con los dos, el tricolor sabrá caminar las veredas adecuadas.
En Puebla, el priísmo no tiene posibilidad alguna en solitario, salvo en la elección de diputados locales, en un par de regiones, y en una media centena de municipios.
Es realmente un instituto político municipalista y legislativo. No aspira en este tiempo a más.
Con probabilidad, irá a una alianza a la gubernatura, para cumplir el compromiso con perredistas y panistas, pero su participación tendrá matices.
Si el candidato del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) es conveniente a sus intereses y tiene el aval del barbosismo, el PRI de Puebla irá a la contienda desganado y con mesura, para luego ser un buen perdedor, que legitime el triunfo del adversario.
En cambio, peleará con enjundia, si Morena pone a un abanderado o abanderada débil, ajeno al barbosismo, porque entonces podrían recuperar Casa Aguayo para un candidato panista, en alianza (¡qué ironía¡ Depende de un buen candidato de Acción Nacional).
El priismo de 2024, en las elecciones de los 26 diputados de mayoría relativa y los 217 municipios poblanos, tendrá muchas dimensiones y variados comportamientos. A veces testimonial en la competencia, otras altamente competitivo y otras más como simulador; dependerá de cada batalla electoral.
Tendrá, para ponerlo en un eufemismo: fuerza electoral selectiva.
Si con Barbosa no se hubieran peleado nunca los priístas, con Salomón van en colaboración intensa de facto, incluso con más gusto.
Muchos harán gestos, pero es política.
Lo importante es que no se note mucho.
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Por: Álvaro Ramírez Velasco
Foto: Agencia Enfoque