Si ya decidiste que ser empleado no es lo tuyo y quieres empezar tu propia empresa ¡Felicidades! Es un gran paso hacia un futuro prometedor. Quiero compartir contigo algunos consejos de lo que aprendí a lo largo de mi carrera profesional, como empleado y como dueño de negocio.

Mi primer sorpresa cuando decidí que ya no quería que nadie me diera órdenes fue que, como dueño de negocio, me siguen dando órdenes: el problema es que ahora esas órdenes vienen de mis clientes. Y si como empleado uno suele obedecer las órdenes de la autoridad para conservar el empleo, ahora es vital escuchar con mucha atención a mis clientes no sólo para que mi negocio no vaya a fracasar, sino para encontrar oportunidades de seguir siendo cada vez mejor.

Los clientes más furiosos son los que nos pueden dar las mejores lecciones como empresarios, si aprendemos a escuchar para entenderlos, en lugar de estar pensando en cómo rebatirles. Obviamente también me he encontrado con clientes que lanzan acusaciones falsas porque sólo querían un descuento mayor en mis servicios, pero prefiero concentrarme en aquellos que sinceramente desean hacerte saber que algo no les gustó.

Esto lleva a mi siguiente punto: decide desde las primeras etapas cuál es la cultura que quieres generar en tu empresa y concentra tus contrataciones en gente que comparta esa cultura. Yo me he encontrado a personas brillantes en su campo, pero no han funcionado porque su cultura personal y profesional no se ajusta a la cultura de la empresa. No están mal, simplemente tienen una cultura diferente y eso hace que no se adapten a tu empresa ni al resto del equipo.

Mi tercer consejo sería el siguiente: si en las juntas con tu equipo de trabajo sales pensando con frecuencia que eres la persona más inteligente de la reunión, probablemente te pasa una de tres situaciones: 

  • No estás contratando correctamente 
  • Tu estilo de liderazgo hace que tu equipo prefiera no opinar en las juntas
  • El objetivo de la junta no es claro para el equipo

Cualquiera que sea la razón, está en tus manos corregirlo. Debes enfocarte en que quieres lo mejor para tu empresa, y eso a veces significa que eres tú quien debe de cambiar para que esto suceda.

Otro consejo es que no te desesperes ni trates de “comerte al mundo en el primer bocado”. He visto en bastantes ocasiones que la desesperación por crecer hace que los empresarios tomen decisiones con un nivel de riesgo demasiado alto que a la larga les cuesta muy caro o se desesperan porque la velocidad de crecimiento no es la que esperaban y terminan por rendirse. 

¿Va a haber fallas, tropiezos, situaciones inesperadas e indeseadas en el camino? ¡Claro que sí! Todo el tiempo y eso nunca se acaba. Planea lo mejor posible pero siempre ten en cuenta que hay situaciones de las que no estás enterado, sucesos ajenos a tu control que van a suceder e inclusive planes que hay que desechar porque no es el momento adecuado, a pesar de parecer perfectos. Nada de eso te debe detener. Aprende a ser flexible (no errático), y cambiar de dirección cuando las circunstancias así lo indiquen. Cuando el problema te afecta de manera personal te recomiendo usar una técnica que me ha funcionado muy bien a mi en más de una ocasión: le digo a mi cerebro que ese problema no me está pasando a mí. Le sucedió a un amigo mío y me está pidiendo un consejo. Luego me siento y le escribo una carta a mi amigo explicándole lo que yo le recomiendo que haga. Guardo la carta y la vuelvo a leer a las 24 o 48 horas. Invariablemente en ese momento el camino a seguir se me aclara y el nivel de tensión baja. 

¿Tienes un consejo o idea que tú hayas implementado en el camino a una empresa sana? Compártelo con nosotros en nuestras redes sociales. Me va a dar mucho gusto escuchar tus ideas. ¡Hasta la próxima!

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