Qué estaba haciendo en 1994, cuando mataron al candidato presidencial del PRI.

El próximo sábado será 23 de marzo. Para entonces, el magnicidio de Luis  Donaldo Colosio cumplirá 25 años.

Qué estaba haciendo en 1994, cuando mataron al candidato presidencial del PRI. Yo como ahora, estaba reporteando.

Tras difundirse la noticia, no hubo más que ver a Jacobo Zabludovsky. Casi 5 horas al aire, sin interrupciones.

Durante todo ese tiempo, se repetía y se repetía y se repetía la imagen de la pistola empuñada por Mario Aburto acercándose hacia la cabeza del abanderado.

Platicando con unos y otras. Todavía recuerdo a Talina Fernández, cuando le dijo por primera vez al periodista que Colosió había muerto.

Todavía recuerdo que Zabludovsky ordenó al aire a la periodista confirmar la información. Para entonces, el reportero poblano estaba en el edificio del PRI, el de la 5 Poniente, jutos atrás del entonces dirigente Víctor Hugo Islas Hernández, quien real o fingidamente dejó escapar lágrimas de sus ojos.

Los reporteros en torno al presidente del Comité Directivo Estatal no haciamos preguntas, nos manteniamos callados, viendo la televisión, absortos, como esperando la rectificación de esa noticia, la cual nunca llegó; por el contrario.

Ya no recuerdo qué dijo Islas Hernández. Cuando salí del edificio priísta y encaminé mis pasos hacia casa, imaginé el futuro, pensé que había despertado el México bronco, que este tipo de crímenes serían repetitivos, que la violencia permearía en todo el país.

A 25 años de distancia, hay un detenido, pero nadie sabe quién lo contrató. Hay quien piensa que el autor material estuvo sentado en la silla presidencia. Otros apuesta que el crimen organizado, específicamente narcotraficantes, estarían involucrados en el asesinato.

Sin embargo, estas hipótesis no han sido comprobadas y el crimen no ha sido esclarecido totalmente, como muchos otros en este país, donde no es tan difícil el homicidio perfecto, ese en el cual los materiales e intelectuales nunca son castigados por la ley.

Por eso, recuerde: Nadie es completamente bueno, ni completamente malo.

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