No deberíamos permitir que la violencia se adentre de tal manera en nuestra sociedad, que cada día sea una moneda al aire de sí podremos regresar con bien a casa o no.

En una época en que pareciera casi imposible sorprenderse con hechos violentos, sucede algo sin precedentes al menos en mi memoria en el estadio Corregidora en Querétaro, donde el sábado se enfrentaron (literalmente en las gradas) los equipos de Atlas y Querétaro. No ahondaré en los detalles que ya circularon en demasía en medios formales y redes sociales sobre los hechos violentos que allí se suscitaron, ni tampoco profundizaré en lo absurda de la versión oficial que intenta minimizar la tragedia al asegurar que no hubo muertos.

Las razones específicas de ésta tragedia están por aclararse, pero lo que no podemos dejar de mencionar es el fenómeno de la psicología de las masas, cuyo planteamiento debemos a Gustave Le Bon que fue un médico francés, sociólogo, psicólogo, físico y antropólogo que dedicó gran parte de su vida al estudio del comportamiento de las masas. Su planteamiento básico era que los seres humanos desarrollan en colectivo comportamientos que jamás desarrollarían individualmente, porque básicamente desaparece el “yo” que se confunde en el “nosotros”.

Cuando una persona está dentro de una masa la percibe como invencible porque al perderse el “yo” y hacerse invisible, deja de sentirse responsable de sus actos y se contagia de los demás, de su forma de sentir y actuar. Todo esto se da de manera inconsciente y por eso permite que la masa sea manipulada por un líder que es quien marca el cómo sentir y actuar pero sin ser responsable tampoco, pues termina confundiéndose en la misma. La masa sugestiona al individuo y lo hace sentir omnipotente al formar parte de ella. En la masa predomina lo irreal sobre lo real y como se ha perdido el “yo” no se rompe, pues el pensamiento es homogéneo. Se llega a percibir como un mecanismo de supervivencia, en el cual no pertenecer, es visto como un peligro.

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Cabe destacar que no todas las personas reunidas en un lugar constituyen una masa psicológica. Las masas psicológicas tienen características semejantes y un objetivo en común como un equipo, un concierto o una manifestación. Es entonces cuando los elementos de la masa se hacen visibles: la impulsividad, donde al contagiarse con la adrenalina del momento, las personas se dejan llevar por el comportamiento generalizado. La sugestibilidad, porque los actos se vuelven inconscientes al verlos normalizados dentro de la masa. La exageración que hace que se tengan comportamientos que fuera de la masa resultarían extravagantes, como pintarse la cara de los colores de un equipo. También está presente la intolerancia porque la masa está convencida de que su causa es la verdad absoluta, lo que rige su “moral” al permitirse actuar de ciertas maneras por defender lo que creen correcto.

Como seres sociales tenemos la necesidad de pertenecer y la influencia del grupo es indiscutible, por lo que un hecho así debe investigarse a fondo pero no tan solo sobre la masa que en ése momento y contexto, sentía justificado su comportamiento, sino también sobre los líderes que se valen de las masas para lograr sus objetivos. En definitiva es muy importante saber los intereses reales que modificaron la moral de la masa, hasta el punto donde matar les pareció justificado por un partido de fútbol y las autoridades deben asumir la responsabilidad.

A pesar de las declaraciones oficiales, no deja de aparecer el hashtag #SíHuboMuertos porque no tan sólo se perdieron vidas, sino también seguridad, los ideales del deporte, la sana competencia, la satisfacción del triunfo y en su lugar queda una enorme impotencia, una profunda tristeza, y una gran incredulidad al pensar que un partido de fútbol terminara así.

No podemos seguir permitiendo que la violencia se adentre de tal manera en nuestra sociedad, que cada día sea una moneda al aire de sí podremos regresar con bien a casa o no, pues cuando no nos topamos con la violencia en forma de acoso o discriminación, la sufrimos como asaltos en la calle, en el trabajo, casa o transporte público. Éste fin de semana hemos traspasado una nueva frontera y la violencia ha llegado a las canchas, donde semana a semana grupos de amigos, familias enteras se reúnen a compartir una afición. Ya no estamos seguros en ningún sitio y si bien es cierto que las autoridades deben garantizar la seguridad en todos los entornos, también como sociedad tenemos que hacernos responsables y desde casa inculcar el respeto, la tolerancia y la responsabilidad. Enseñar a los niños a ganar y perder, a ver a los rivales en sí mismos para superarse cada día y sobre todo, que la violencia jamás será la respuesta.

Desde aquí extendemos nuestro más profundo pésame a quienes perdieron seres queridos y también a quienes perdieron su tranquilidad.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.

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