He visto a mucha gente entrar por primera vez a mi consultorio, llenos de nervios, de lágrimas contenidas, de enojo reprimido o con simple curiosidad.

Acudir a terapia por primera vez puede ser abrumador, no se sabe bien qué esperar y es común sentir una mezcla de nerviosismo, expectación y hasta un poco de miedo.

Pueden venir muchas ideas a la cabeza como: 

¿Por qué debo acudir a terapia si no estoy loco?

¿Para qué necesito contarle mis problemas a un extraño?

¿Cómo un extraño va a saber resolver mi vida, mejor que yo?

Con todas ésas preguntas en la mente, las personas entran en muchos consultorios psicológicos cada día.

Cuando están frente al profesional, se encuentran a una persona completamente normal que no está allí para juzgarlos, ni para ponerles una camisa de fuerza y encerrarlos en un cuarto acolchado.

Se encuentran con una persona que los escucha atentamente pero no para darles soluciones o recetas mágicas, sino para trabajar en equipo. Es por ese trabajo, que la terapia debe ser una decisión personal, con el compromiso necesario consigo mismo para encontrar nuevas formas de afrontar los problemas.

Justamente en eso radica el trabajo terapéutico: en la búsqueda conjunta de nuevas herramientas, perspectivas e incluso, creencias que nos ayuden no solamente para un momento de crisis, sino para mejorar nuestra vida.

La terapia siempre requiere de estrategias personalizadas, como un traje a la medida que se ha ido diseñando en conjunto.

Me gusta pensar que el proceso terapéutico es la elaboración de ese traje, con múltiples pruebas y ajustes pero que al final resulta en una prenda tan bien diseñada, tan cómoda y tan funcional, que puede seguir usándose por mucho tiempo aún cuando se ha terminado el proceso.

He visto a mucha gente entrar por primera vez a mi consultorio, llenos de nervios, de lágrimas contenidas, de enojo reprimido o con simple curiosidad.

Hemos iniciado la conversación tanto con preguntas seguidas de monosílabos, como con raudales de palabras repasadas mentalmente con mucha anterioridad e incluso con lágrimas mudas, pero al final de la sesión tenemos más claro lo que buscamos y hemos logrado la catarsis necesaria para aligerar la carga.

A lo que voy, es que aunque de inicio no puedas ver con tanta claridad cómo quedará ese traje a tu medida, te aseguro que el profesional que tienes enfrente, lo puede vislumbrar puesto en ti.

Confía y déjate guiar, pero mantén siempre en mente que se trata de un trabajo conjunto y todo aquello que piensas, sientes y experimentas, es tan importante para la confección, como el diseño mismo.

Las razones por las que una persona puede decidir acudir a terapia son muy variadas, pero cuando ustedes lo decidan y estén esperando para entrar a consulta, no dejen que los prejuicios y tabúes afecten ese paso que están dando con tanta determinación.

Me despido  porque me espera un nuevo traje que confeccionar.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente, desde el diván.

Escribe a: gabrielafortis@yahoo.com.mx

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *