Con la parroquia de San José cerrada, se redujo la afluencia de feligreses a misa en el pequeño recinto que la Iglesia habilitó en el estacionamiento del Consejo Diocesano de Tlaxcala.
El sacerdote Marco Antonio Padilla Aguilar, encargado de la parroquia de San José, criticó la omisión del gobierno federal y local para rehabilitar el atrio y las torres del templo afectado por el sismo del 19 de septiembre del año pasado.
«Ha pasado un año cerrado nuestro templo, porque ellos tienen cerrado su corazón, son indiferentes porque no les interesa la persona, no les interesa nuestro estado, no les importa nuestra diócesis», dijo durante la celebración eucarística en la conmemoración del «Gran sismo».
Durante la misa, Padilla Aguilar dijo al centenar de feligreses que se congregó en la calle Plaza de la Constitución, a un costado de Palacio de Gobierno y frente a la parroquia fracturada, que la preocupación sobre el precario avance de las obras ha llegado a los encargados de la diócesis de Tlaxcala.
«¿Qué están esperando, para qué tanto protocolo, para qué tantas cosas si tan fácil se puede decir, ‘adelante, construyamos´ si el recurso está ya etiquetado? Pero a ellos les hace falta amar al prójimo», dijo bajo los rayos del sol, en una tarde en la que las dependencias de gobierno y los poderes estatales llevaron a cabo simulacros para conmemorar a las víctimas de los sismos de 1985 y 2017.
En entrevista, el sacerdote señaló que la vida de la comunidad católica ha entrado en una crisis por la inasistencia a las celebraciones eucarísticas que se realizan en el estacionamiento de las oficinas del Consejo Diocesano de Tlaxcala.
Se trata de un espacio de seis por ocho metros, con siete filas de sillas y una mesa de madera donde el sacerdote oficia. Los instrumentos para los rituales están sobre un pequeño escritorio cubierto por mantas blancas. Cada tarde a ese lugar acuden entre cinco y ocho personas; en ocasiones solo una o tres.
«Claro que nos preocupa esto, la iglesia es eso, un lugar de encuentro de todos, donde podamos convivir con la fe en una creencia que es la más antigua y de la que forma parte la mayor parte de la población, eso deben pensar las autoridades».
Afuera del Consejo, las monjas han invadido la calle con sus puestos de comida y venta de escapularios, cruces, dulces, rompope de convento y plegarias. Mientras, don David, discapacitado por la diabetes que le cobró las dos piernas, se traslada al Consejo para pedir limosna desde su silla de ruedas.
«Tlaxcala es una comunidad de fe, donde nació la fe, icono de nuestra comunidad, de nuestra ciudad, de nuestro estado. Pero a ellos no les interesa, nos duele que ese amor no se vea reflejado con obras simplemente porque estamos llenos de egoísmo, de rencor y de odios; pero debemos seguir firmes, los templos solo son el signo de la fe y nosotros debemos mantenerla en cualquier espacio, qué estamos esperando autoridades?», acusó el sacerdote esta tarde.