Por Humberto Raya

Quiero empezar por comentar que el generar una cultura dentro de la empresa no es difícil, pero requiere mucha paciencia. Yo lo percibo más como un maratón que como una carrera de velocidad. He leído en diferentes medios y a lo largo de los años que la manera tradicional teórica en que recomiendan comenzar esta carrera del cambio cultural es a través de definir misión, visión, valores, etc. Sin embargo, en mi experiencia personal, esto genera poca tracción y hace que el esfuerzo se convierta en un grupo de palabras y frases sin mucho sentido para nadie.

A mi me gusta empezar por entenderme y entender a mi empresa. Para hacer eso, mi primera pregunta es: ¿Soy un empresario o soy autoempleado? Esta distinción es importante porque me ha ayudado en el pasado a entender la cantidad de esfuerzo que esta transformación va a requerir. Al parecer es muy sencillo contestar esta pregunta, pero en realidad tiene un truco y no tiene nada que ver con el hecho de si tengo gente contratada o es un espectáculo de una sola persona. Para mí, soy autoempleado cuando yo estoy a cargo de las decisiones importantes, mi equipo de trabajo espera todos los días (o casi todos) indicaciones de qué hay que hacer y cómo, y si me ausento, aunque sea por unos pocos días, el resultado de la empresa baja. Por otra parte, soy empresario cuando mi equipo es semindependiente y sólo intervengo cuando hay decisiones estratégicas (de crecimiento) y, si me ausento por un período prolongado de tiempo, la empresa sigue adelante y los resultados se mantienen e incluso crecen.

¿Por qué mencioné anteriormente que esta diferencia es importante? Cuando he participado en una empresa como autoempleado, yo he sido responsable de definir los pasos, la velocidad a la que nos vamos a mover y requiero poco o ningún convencimiento hacia los que colaboran conmigo. Sin embargo, la mayor parte del esfuerzo también va a depender de mi y es una carga que puede parecer muy pesada, pero no imposible. En el caso de los empresarios, los colaboradores ayudan significativamente con llevar a cabo las tareas y mi mayor esfuerzo es principalmente en “convencer” a mi equipo a que colabore en este esfuerzo, a clarificar la dirección a la que nos dirigimos para que todos se muevan en la misma dirección y en apoyar a mi equipo con recursos, tiempo, etc.

El siguiente paso que sigo es identificar qué es lo primero que quiero cambiar. Para esto necesito entender por qué existe mi negocio. Hay un libro llamado “La Meta” donde su autor Eli Goldratt define muy acertadamente desde mi parecer, que el objetivo de cualquier empresa es ganar dinero ahora y en el futuro. Suena lógico y sencillo, pero es un pensamiento muy profundo. Cuando veo mi negocio o empresa, tengo que responder con honestidad cuál es la razón o razones por las que mi empresa no está ganando dinero ahora o está en riesgo de no ganar dinero en el futuro. Si tuviera que identificar la causa raíz de los problemas con los que me he encontrado en las empresas en las que he colaborado, yo diría que son 2: no están ganando suficiente dinero o están gastando demasiado dinero.

En mi experiencia personal, me ha servido mucho enfocarme primero en controlar los gastos de la empresa y después ver cómo hacer crecer el negocio. Obviamente se pueden hacer ambas cosas de manera simultánea pero también he visto que múltiples objetivos aumentan el nivel de estrés y ansiedad de la gente. Creo que eso es debido por la resistencia natural que se tiene a los cambios. Un cambio, aunque racionalmente lo percibamos como positivo, genera en el cerebro una reacción de rechazo la mayoría de las veces. Por eso a mí me ha funcionado empezar con objetivos simples y únicos que además me ha servido para empezar a desarrollar una disciplina de transformación que va permeando poco a poco, en vez de querer hacer una transformación total a fondo.

Otra clave para que esta transformación sea exitosa, es celebrar los éxitos. Eso me ha ayudado para que mi propio cerebro y la actitud de mis colaboradores se vaya relajando y se den cuenta que el cambio sí es posible y, poco a poco, se vayan animando a atacar retos cada vez más complejos y ambiciosos. La celebración no tiene que ser una fiesta o algo muy elaborado. Basta con una plática de 5 minutos donde podamos resaltar el cambio generado y brindar con un vaso de agua todos juntos. Ya habrá tiempo y dinero más adelante para una fiesta completa.

En mi próxima publicación, les voy a compartir mis proyectos favoritos con los que me gusta comenzar la jornada de la transformación cultural en las empresas. ¡Hasta la próxima, amigos! No olviden seguirnos a través de redes sociales para seguir en contacto.

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Foto: Especial

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