Arquitectura reciente tiene un problema de apropiación, usuarios piensan que son edificios del día a día cuando tienen una significación cultural

Julio Valencia Navarro, arquitecto de la Dirección General de Obras y Conservación de la UNAM, señaló la necesidad de construir una teoría más precisa sobre la conservación de la arquitectura moderna, porque frente a la arquitectura histórica las metodologías y criterios pueden ser muy diferentes para su preservación adecuada.

Así lo señaló durante su ponencia “La preservación del patrimonio moderno: redescubrimiento, conservación y percepción frente a lo emergente” en el marco del Coloquio de contingencia: Los daños del terremoto que se realiza en el Museo Amparo, donde detalló los trabajos de conservación realizados en el campus central de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tras el sismo del 19 de septiembre de 2017 y cuya edificación se realizó en 1950.

Resaltó que la arquitectura moderna requiere de la construcción de una teoría de restauración en torno a ella, pues los ciudadanos creen que la intervención de estos inmuebles tras el sismo del 19 de septiembre se hace para “modernizarlos” y no por seguridad, “esto habla de cómo la arquitectura del pasado reciente tiene un problema de apropiación, pues algunos usuarios se sienten cercanos y piensan que son edificios del día a día cuando tienen una significación cultural”.

Esta percepción, dijo, de arquitectura del movimiento moderno se contrapone con el sentido de antigüedad de los materiales, cuyo envejecimiento en muchos casos impide que sean reutilizados porque fallan desde el punto de vista estructural, por lo que es necesario reemplazarlos.

Fallas en construcciones modernas “se derivaron de las prisas”

Sobre los trabajos en el campus central de la UNAM expuso que los sistemas constructivos no fueron los idóneos, pues se utilizaron materiales como el barro extruido, cuyo proceso de producción consideró era “incipiente”, pues si bien ya existía la forma de producirlos, las fábricas tuvieron que modificar sus plantas de producción para poder dar el suministro de materiales al campus central de la UNAM.

De manera que, el material elaborado hace 65 años cuenta con texturas muy diferentes a los que actualmente se producen, ya que los procesos de los materiales actuales se han optimizado.

El también director de Obras de Restauración de la Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura, dijo que varias de las fallas que detectaron en la máxima casa de estudios como falta de amarre entre elementos horizontales y carencia de acero en las construcciones, “se derivaron de las prisas, del desconocimiento de cómo armar a esta escala los edificios de cerámica reforzada y hubo adecuaciones de piezas”.

Entre los criterios para la intervención emergente, comentó, se priorizó la seguridad estructural, por lo que se evitó el uso de refuerzos que pudieran alterar la morfología de los monumentos; se reutilizaron materiales originales integrados con procedimientos constructivos adecuados; así como la incorporación de fibra de carbono.

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