El arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa regresó este Martes Santo a la catedral para celebrar sus 20 años como obispo, tras una larga ausencia durante las celebraciones religiosas por la cirugía ortopédica que se realizó a mediados del mes de enero.

Durante la celebración de la Misa Crismal, el jerarca de la iglesia católica en Puebla, estuvo acompañado como la tradición manda, por todos los sacerdotes que integran la Arquidiócesis para renovar los votos, así como bendecir los Santos Óleos y consagrar el Crisma.

En la homilía participaron, además del arzobispo de Puebla, los obispos auxiliares, así como 400 sacerdotes diocesanos y 250 sacerdotes religiosos, que atienden las 317 parroquias y las obras pastorales diocesanas.

Víctor Sánchez Espinosa nació el 21 de mayo de 1950 en la población de Santa Cruz perteneciente al municipio de Teotlalco, en la mixteca poblana. En 1963 ingresó al Seminario Menor y luego en el Seminario Mayor Palafoxiano, estudió Filosofía y Teología. Fue ordenado sacerdote el 6 de junio de 1976 de manos del entonces Arzobispo Ernesto Corripio Ahumada.

El 2 de marzo de 2004 el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo Titular de Ambia y Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México y recibió la Ordenación Episcopal el 26 de marzo del mismo año en la Santa Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de manos del Cardenal Norberto Ribera Carrera, Arzobispo Primado de México.

El 5 de febrero de 2009, el papa Benedicto XVI lo nombró VIII Arzobispo de Puebla, de la que tomó posesión el 2 de abril de 2009 durante una misa que congregó a cerca de cuarenta mil personas en el Estadio Cuauhtémoc.

Los Santos Óleos

Los óleos que se bendicen el Martes Santo en Catedral son tres: el Óleo de los Catecúmenos, el Óleo de los Enfermos y el Santo Crisma.

El Óleo de los Catecúmenos sirve para ungir a los que van a ser bautizados, y significa que Jesucristo les da la fuerza necesaria para enfrentar las tentaciones y ser perseverantes en su camino hacia el bautismo.

El Óleo de los Enfermos, es usado por los sacerdotes para ungir a los que padecen alguna enfermedad grave, a los que van a someterse a alguna intervención quirúrgica, o a los que se encuentran en peligro de morir; es un sacramento que perdona los pecados y les fortalece espiritualmente.

El Santo Crisma se usa para administrar los sacramentos que implican consagración y, por ende, no se repiten: bautismo, confirmación y ordenación de sacerdotes y obispos.

Por esta unción, el cristiano participa de las funciones de Jesucristo como sacerdote, profeta y rey. El Crisma también se usa para consagrar altares, templos y catedrales

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