— A sus 10 años, Carlos Morales Guerrero trabaja todas las mañanas como albañil ayudando a su padre y, por las tardes, acude a una escuela primaria en la alcaldía de Tláhuac, una de las más pobres de la Ciudad de México.

En el Día del Niño, que se celebra en México cada 30 de abril, «Carlitos» no dejó de trabajar y acompañó a su padre a terminar una barda que construyen desde hace una semana.

Sin embargo, los dueños de la casa lo sorprendieron con un regalo, un balón de fútbol que, de inmediato, pensó en compartir con su hermano mayor.

Según el módulo de Trabajo Infantil de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2017 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México existen 3,24 millones de niños, niñas y adolescentes, entre 5 y 17 años, que se declaran ocupados.

Rigoberto, padre de «Carlitos«, dejó su estado natal en Guerrero debido a la inseguridad que afecta a esa región y decidió llegar a la capital mexicana hace cinco años con la esperanza de darles una mejor vida a sus cuatro hijos.

Su esposa, Elia, confió en él y juntos comenzaron desde cero con ayuda de unos amigos que viven en esta misma alcaldía.

A Carlos siempre le gustó apoyar a su madre en las labores de la casa y también ayudar a su padre en su trabajo, que considera «muy duro» por el esfuerzo físico que representa.

«Comencé haciendo el trabajo a manera de juego, para no aburrirme en casa, pero luego los patrones de mi papá empezaron a pagar por mi trabajo porque aprendí a hacer la revoltura muy rápido y ahora estoy aprendiendo a aplanar para poder ganar más dinero y ayudar a mi mamá», relata a Xinhua.

La vida en la ciudad, continúa Morales, «no es tan fácil ni tan barata como nos platicaban en el pueblo; sin embargo, me gusta la tranquilidad con la que aquí vivimos».

«Yo sé que no está permitido que yo trabaje, pero somos seis en la familia y tenemos muchas necesidades que cubrir, tengo dos hermanos que estudian la preparatoria y quiero llegar a ser como ellos», comenta.

La madre de Carlos trabaja limpiando casas y vendiendo productos de belleza por catálogo, pero los recursos no son suficientes para cubrir los estudios de cuatro miembros de la familia Morales Guerrero.

«No me olvido de estudiar porque sé que es la única manera en la que voy a poder comprarle una casa propia a mi mamá y darle un mejor futuro a mi hermana chiquita (de cuatro años)», expresa sonriente.

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