Mientras Yalitza se encumbra como símbolo que reivindica a la mujer indígena, en algunos lugares de Tlaxiaco aún se acostumbra comprar esposas.

-¿Roma? ¿Y esa novela en qué canal la pasan? María Elena Osorio es una de las 35 mil personas que viven en Tlaxiaco y sus dudas son la respuesta a aquellos que se preguntan si el progreso y la justicia pueden ir de la mano.

Hay un error de perspectiva entre quienes afirman que Roma es un fenómeno global.

A veces pareciera que el mundo es un lugar muy pequeño en el que no hay cabida para aquellos que no escucharon a tiempo el disparo de salida.

María Elena cree que Roma, la nueva sensación de Hollywood, es una telenovela que puede verse en Televisa o TV Azteca.

Quiere verla porque ahí sale Yalitza Aparicio, la simpática y tímida muchacha que hasta hace no mucho era su vecina de la colonia Campo de Aviación, una de las más empobrecidas de Tlaxiaco, donde años atrás —cuentan los pobladores— aterrizaban avionetas cargadas de droga, hasta que una de ellas se estrelló y la pista clandestina fue cerrada por el Ejército.

Fue en diciembre pasado que María Elena se enteró por un periódico local que Yali aparecía en “las revistas de famosos”, aunque no pudo averiguar más porque no sabe leer ni escribir.

Hace más de un siglo que el hombre inventó el cinematógrafo, pero en este pueblo de Oaxaca no existe un cine en 300 kilómetros a la redonda.

También hace más de un siglo que Porfirio Díaz prometió regresar a Tlaxiaco —el pueblo que siempre lo acogió después de sus dolorosas derrotas en sus épocas de general— para convertirlo en el “París chiquito”, pero con el tiempo se convirtió en el papá que se fue por cigarros y nunca regresó.

Tlaxiaco es un pueblo enclavado en la Sierra Mixteca del estado de Oaxaca, rodeado de montes a los que el ejército acude constantemente para quemar plantíos de amapola, en los que los triquis trabajan día y noche.

La Sierra Sur impide que los teléfonos funcionen las 24 horas.

Las mañanas huelen a ocote y orquídeas y las noches son tan frías y silenciosas que hacen cuestionarse por qué existen tantas y tan bellas rosas .

La verdad es que, en tiempos prehispánicos, Tlaxiaco fue considerada la perla de las Mixtecas -existen tres: la Poblana, la Guerrerense y la Oaxaqueña.

Tierra fértil de artistas, estudiosos del cosmos y guerreros feroces, cuenta Miguel Ángel Martínez Oceguera, director de la Casa de la Cultura de Tlaxiaco, institución fundada en 1978 y que ha tenido como la egresada más ilustre a la cantante Lila Downs.

Los tlaxiaqueños no han tenido un buen inicio de año.

El 1 de enero fue asesinado a balazos su presidente municipal, Alejandro Aparicio, quien llevaba apenas una hora en el cargo.

Dos meses antes, un danzante fue masacrado durante Las Fiestas de Octubre.

Desde entonces, el pueblo vive sumido en una terrible duda: ¿ha llegado ya el crimen organizado a este lugar?

Toño López, taxista, asegura que los patrullajes del ejército cada vez son más frecuentes.

“Se dicen muchas cosas sobre lo del alcalde. Que si lo mató el narco, que si fue una venganza política, pero la verdad es que nadie sabe nada. Son puros rumores y yo todavía creo que la inseguridad viene por la gente de afuera”, dice.

Un reporte de Semáforo Delictivo de 2018 concluyó que el 68 por ciento de los homicidios en Oaxaca ocurrieron a causa del narcotráfico.

Mundos inconexos

En diciembre pasado, el staff de Cuarón decidió proyectar Roma en el centro de Tlaxiaco para que cientos de personas tuvieran la oportunidad de vivir por primera vez la experiencia de ir al cine.

No todos los pobladores asistieron a la función.

El primer día la gente abarrotó la plaza; en el segundo, fueron unos cuantos, recuerda Margarita Alicia González Aparicio, otra vecina de Yalitza.

Alfonso Cuarón no es un tipo muy popular en Tlaxiaco.

Casi nadie reconoce su nombre.

Todavía falta tiempo para que Yali sea la heroína moderna de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco.

Aquí la aspiración de todo joven que quiere dedicarse a las artes es triunfar en La Guelaguetza, la gran fiesta de Oaxaca: “A nosotros nos importa más ganar un concurso de baile que triunfar en Hollywood. Son horas de disciplina, pasión y esfuerzo las que pasamos entrenando nuestro cuerpo para ganarle a Flor de Piña (el baile popular de otra región oaxaqueña: San Juan Bautista Tuxtepec)”, se sincera Humberto Quiroz, alumno de danza tradicional de la Casa de la Cultura.

Doña Margarita afirma que se siente orgullosa de las hermanas Aparicio: “Qué bueno que se fueron de aquí, porque ellas eran muy pobres, comían totopitos. Varias veces les regalamos comida”.

Margarita, entonces, pone el dedo en su circunstancia: “No porque ella esté triunfando afuera, nosotros vamos a comer mejor mañana. Su talento es un don de Dios que se ganó ella; no Tlaxiaco”.

Roma se vende a 20 pesos en un par de puestos de películas pirata del centro del pueblo.

“Son 100 por ciento clon, eh, no están grabadas en el cine”, dice Jair, hábil vendedor que se las ingenia para traer desde la capital oaxaqueña los estrenos de Hollywood.

Él no ha visto la multicitada cinta ni piensa verla porque un amigo suyo le dijo que estaba muy aburrida.

Las ventas, refiere, no se han incrementado, porque “aquí a la gente no le gusta tanto las películas viejitas en blanco y negro”.

Según Cuarón, Roma ha resaltado el poder del matriarcado en un país donde el abandono del padre es tan común como la corrupción.

En cuestión de semanas, Yalitza se ha encumbrado como la actriz que reivindica la integridad de las mujeres indígenas tras décadas de maltrato y exclusión.

Pero ni las portadas de Vanity Fair ni las sesudas críticas del New York Times ni las campañas feministas de Lenovo parecen producir algo en Tlaxiaco, donde en algunas zonas todavía se acostumbra comprar esposas por 30 mil pesos, 100 cartones de cerveza y un buey.

Una costumbre triqui que conoce bien la madre de Yalitza, doña Margarita, quien no necesitó ver Roma para conocer el drama que viven las mujeres que se dedican a las labores domésticas.

Ella trabajó en casa ajena en este y otros lugares de Oaxaca.

Y su experiencia fue en absoluto agradable.

Mientras los periodistas de todo el mundo llegan a Oaxaca en busca de una pista que les haga descubrir cómo fue que Yalitza llegó al firmamento del cine, en Tlaxiaco todo permanece intacto: las mismas calles empedradas, la misma plaza pintoresca con el busto de Porfirio Díaz y los mismos puestos de cemitas con carne de guajolote.

En esta cotidianidad aparentemente inalterable, Yalitza es un rumor que se extiende de boca en boca.

Algunos presumen ser sus amigos; otros afirman que no la han visto nunca en su vida.

Incluso hay quien dice que ni siquiera es de Tlaxiaco.

Los mitos apenas comienzan.

Un grupo de borrachos, afuera de la estación de autobuses, sostiene que Yalitza fue bendecida por los Señores Mixtecos de la Lluvia.

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