Organizaciones feministas denunciaron que Polanski se ve a si mismo como un víctima de un complot mediático.

El director de cine Roman Polanski no acudirá mañana viernes a la gala de los César, según anunció horas antes del inicio de la ceremonia de la gran fiesta del cine francés, el equivalente en Francia de los Oscar o de los Goya. Grupos de feministas tienen previsto protestar durante la gala contra Polanski y para denunciar que la Academia del Cine francés siga reconociendo a un director acusado de violación por varias mujeres. Él niega las acusaciones.

«Conocemos de antemano el desarrollo de la velada. Las activistas ya me amenazaron con un linchamiento público. Algunas anuncian protestas delante la sala Pleyel (donde se celebrará la ceremonia en París)», denunció el director en una declaración enviada a la agencia AFP.

Polanski, que lamenta tener que tomar esta decisión, no desea enfrentarse a «un autoproclamado tribunal de opinión dispuesto a pisotear los principios de Estado de Derecho para que lo irracional triunfe de nuevo plenamente». También lo hace para «proteger» a su familia, su mujer, la actriz Emmanuelle Seigner, y sus hijos, quienes han sido sometidos a «injurias y afrentas».

El director de El pianista estará en boca de todos, a pesar de ser el gran ausente de la gala. La nominación a 12 premios César de su película J’accuse (El oficial y el espía) ha causado una gran polémica en Francia, tras las últimas acusaciones de violación contra el director.

«Los medios y las redes sociales presentan nuestras 12 nominaciones como un regalo de la Dirección de la Academia, un gesto autoritario que habría provocado su dimisión. Se ignora así el voto secreto de 4.313 profesionales que son los únicos que deciden las nominaciones, y los más de 1,5 millones de espectadores que fueron a ver la película» en Francia, se defendió Polanski.

La actriz y fotógrafa francesa Valentine Monnier acusó en noviembre a Polanski de haberla maltratado y violado en 1975 en un chalet en Suiza después de esquiar cuando ella tenía 18 años.

El yo acuso de Monnier contra Polanski tuvo un gran eco. Organizaciones feministas denunciaron que el realizador trataba con la promoción de la película de limpiar su propia imagen. Creen que Polanski se ve a si mismo como un víctima de un complot mediático-feminista.

El estreno de la película y sus 12 nominaciones a los César han reavivado el debate sobre si se puede separa al artista de su obra. Organizaciones feministas han realizado en las últimas semanas una campaña contra Polanski y han boicoteado el estreno de la película.También han pedido a los más de 4 mil miembros de la academia que no voten por el filme de Polanski en los premios César.

Polanski, fugitivo de la justicia estadounidense desde 1977 por la violación de Samantha Geimer cuando ésta tenía 13 años, ha sido acusado en los últimos años por varias mujeres de haberlas violado en distintas fechas. Él niega todas las acusaciones.

«Las activistas agitan la cifra de 12 mujeres a las que habría agredido hace medio siglo, estas fantasías de espíritus malsanos son ahora tratadas como hechos probados. Una mentira repetida 1.000 veces que se convierte en verdad», aseguró Polanski.

La organización feminista Osez le féminisme! consideró «una locura» que Polanski hable de «linchamiento público» y de «fantasías de espíritus malsanos» en su declaración. Le recordaron que en Francia existe el derecho a manifestarse y la libertad de expresión.

«Polanski es un fugitivo al que todavía busca la justicia estadounidense. Que tome un avión a Estados Unidos si quiere respetar los principios del Estado de Derecho», señaló en Twitter está organización feminista, que considera que «Polanski instrumentaliza el caso Dreyfus para hacerse la víctima mientras que él es el verdugo».

El filme de Polanski lleva en francés el título del famoso alegato que el escritor francés Émile Zola publicó en 1898 en el periódico L’Aurore en favor del capitán Alfred Dreyfus, un militar judío acusado falsamente de traición por motivos antisemitas. Dreyfus fue degradado y condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo, en la Guayana francesa. En 1906 se demostró que la condena había sido injusta y fue rehabilitado. Este caso dividió profundamente Francia.

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