Paw Patrol parece lo suficientemente inofensivo, y ese es el punto: el movimiento se basa en comprender que los policías hacen mucho daño.

Era solo cuestión de tiempo antes de que llegaran las protestas por Paw Patrol.

La patrulla canina, como se conoce en algunos países hispanohablantes, es una caricatura infantil sobre un escuadrón de ayudantes caninos. Básicamente un pretexto para montar a las mascotas domésticas a una serie de camionetas geniales. El equipo incluye a Marshall, un dálmata bombero; Rubble, un bulldog que trabaja en la construcción; y Chase, un pastor alemán que también es policía. En el mundo de la serie, Chase es retratado como un buen chico que ladra cosas como “¡Chase se hará cargo!” y “¡Todo en el día de un cachorro policía!” mientras rescata gatitos en su todoterreno tuneado.

Pero la semana pasada, cuando la cuenta oficial de Twitter del programa publicó un débil llamado para que “las voces negras sean escuchadas”, los comentaristas se fueron contra Chase. “Eutanasia al perro policía”, dijeron. “Quiten el presupuesto de Paw Patrol”. “Todos los perros van al cielo, menos los traidores a su clase de Paw Patrol”.



Es una broma, pero, también, no lo es. Mientras las protestas contra la violencia racista de la policía llegan a su tercera semana, los críticas a los policías de ficción también van en aumento. Hasta los perros policía de buen corazón de los dibujos animados —o quizás especialmente los perros policía de buen corazón de los dibujos animados— están sobre aviso. El esfuerzo por publicitar la brutalidad de la policía también significa desterrar el arquetipo del buen policía, que reina tanto en la televisión como en los videos virales de las propias protestas. La patrulla canina parece lo suficientemente inofensivo, y ese es el punto: el movimiento se basa en comprender que los policías hacen mucho daño.

Las protestas llegaron en medio de una pandemia que ha alienado a los estadounidenses de sus lazos sociales, vidas familiares y trabajos. Nuevas e intensas relaciones con el contenido han llenado ese vacío, y ahora nuestro consumo de cuarentena están siendo revisado con una urgente mirada política. El ajuste de cuentas ha llegado a los periódicos, las revistas culinarias, los programas de telerrealidad de Bravo y los procedimientos policiales.

La semana pasada, Tom Scharpling, uno de los productores ejecutivos de Monk, criticó su propio programa en Twitter: “Si usted —como yo— trabajó en un programa de televisión o película en la cual los policías son retratados como tontos adorables, ha contribuido a la mayor aceptación de que los policías son implícitamente los buenos”. Griffin Newman, un actor que apareció en dos episodios de Blue Bloods interpretando a un detective, donó sus 11.000 dólares de ganancias a un fondo de fianzas, e inspiró a otros actores que han hecho de policías a hacer lo mismo. LEGO ha detenido la promoción de sus sets Estación de Policía de LEGO City y Arresto de la policía en la carretera. A&E ha retirado su programa de telerrealidad Live PD del calendario. El martes por la noche, Cops, el programa que ha rotulado a los sospechosos como “los malos” y generó todo el género de la telerrealidad sobre el crimen, fue cancelado después de 32 temporadas.

Los policías no son estrellas de televisión; son las grandes estrellas de la televisión. Los programas sobre el crimen son el género más popular de la televisión, y representan más del 60 por ciento de la programación en horario estelar de las cuatro grandes cadenas estadounidenses. Los tropos del género son tan predecibles que solo una comedia laboral, Brooklyn Nine-Nine, está basada en ellos. “La estación de policía fue un atajo”, ha dicho Dan Goor, cocreador del programa, “porque la gente es muy consciente de cómo funciona la televisión policial. Sabes instantáneamente quiénes son los buenos y quiénes son los malos”.

Este atajo ahora parece un engaño: después de que las imágenes de un episodio muy especial donde Terry Crews, un policía negro, es objeto de perfilamiento racial fueron transmitidas como ejemplo de una televisión responsable sobre la policía, otros calificaron al programa de “polipropaganda”.

Incluso en la televisión, los buenos no siempre son tan buenos. En un informe reciente, la organización Color of Change evaluó las representaciones de la policía en la televisión y descubrió que los programas de policía modernos “convierten en héroes a personas que violan nuestros derechos”. Muchos de ellos, argumentó el reporte, muestran a los buenos cometiendo más atropellos que los malos, y hacen que la mala conducta de la policía parezca “identificable, perdonable, aceptable y, en última instancia, buena”.

En la televisión, el héroe en sí es un concepto en revisión. Hace solo unos años, en el apogeo de la moda del antihéroe, un drama de prestigio podía parecer un poco blando si su protagonista no era un verdadero asesino. Hay una justificación artística para humanizar a las personas malas y complicar a las buenas. Es difícil argumentar que un programa como Watchmen (en el que una policía afroamericana golpea brutalmente a sospechosos de ser supremacistas blancos terroristas) o Unbelievable (en el que dos detectives atacan repetidamente a los tipos equivocados) sería mejor si sus policías estrella actuaran más como cachorros de pastor alemán.

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