El personal de servicios de la IBERO Puebla abraza el uniforme que porta sin perder de vista el esfuerzo por mejorar sus conocimientos con un sistema exitoso

En estos tiempos, es casi imposible caminar por la calle sin ver a alguien abstraído en su teléfono celular. Los espacios universitarios, repletos de personas nativas digitales, no son la excepción. Héctor Eduardo Coca Romero, de 30 años, es un «milenial» en toda regla: clava la mirada en su móvil a la menor provocación, cosa que no pasa inadvertida para sus compañeros del área de Mantenimiento de la Universidad Iberoamericana de Puebla.

“He puesto un poquito por encima mis estudios al estar pegado en el teléfono: leyendo, leyendo, leyendo”, se justifica. Y de inmediato aclara: “Son los tiempos que tengo para poder revisar las lecturas que me dan, porque son lecturas enormes”. Héctor, junto con otros compañeros de la Dirección de Planta Física y Servicios Generales de la Universidad, forma parte del programa educativo Codo a Codo. Utiliza cada espacio libre para mantenerse al día en sus tareas escolares.

Situación similar vive María Justina Cóatl Mixcóatl, quien trazó en el reverso de su libreta un cronograma para aprovechar hasta el último minuto del día. “Me decían ‘¿Por qué no vamos a algún lado?’, [y yo respondía] ‘No tengo tiempo. De verdad, no tengo tiempo’”, asegura la intendente.

Volver al aula

Jacobo Pedraza Morales sale de su cama antes que el sol ilumine los volcanes del paisaje poblano. Se levanta junto a su esposa Rita y prepara todo lo necesario para acompañar a sus hijas Jazmín y Diana a la escuela. Regresa a casa, desayuna y comienza sus trabajos por encargo en electricidad y plomería, sus especialidades. Hacia la tarde, se pone su uniforme y se traslada a la IBERO Puebla, donde realiza labores de mantenimiento.

El Programa Codo a Codo nació en 1989 como una plataforma para profesionalizar al personal académico y administrativo. En poco tiempo, el enfoque se centró en los colaboradores del área de Mantenimiento y Servicios Internos, y su coordinación pasó de la Dirección de Personal al despacho de Servicio Social.

De acuerdo con el responsable del programa, Javier Martínez Sánchez, las primeras generaciones de Codo a Codo lograron incorporar a más de 100 colaboradores, quienes recibieron clases de lectoescritura y habilidades matemáticas básicas. En poco tiempo, la oferta de primaria y secundaria quedó rebasada.

La mayoría de los participantes de Codo a Codo de los últimos años han iniciado o retomado el bachillerato de manera virtual. Para ello, muchos tuvieron que cursar una capacitación previa en competencias de informática y manejo de plataformas digitales. Javier Trueba Martens fue uno de los impartidores de estos propedéuticos. “Me pareció padre compartir un conocimiento que para mí es muy cotidiano y ver cómo esos conocimientos abren muchas puertas”, comenta el estudiante de la Licenciatura en Arquitectura.

Y entonces, la pandemia

Tras el anuncio de la emergencia sanitaria por la COVID19 en marzo de 2020, el campus de la IBERO Puebla se vació. Únicamente el área de Jacobo y Héctor continuó laborando en forma de cuadrillas de inspección. Mientras el mundo se adaptaba a la virtualidad, los estudiantes de Codo a Codo tenían algunas ventajas.

«Le empecé a meter más al estudio, a mis actividades, y se empezó a reflejar en mi puntuaciones de la escuela. Empecé a mejorar mis calificaciones», recuerda Jacobo. Con una jornada laboral itinerante en la Universidad, el electricista de 42 años tuvo tiempo no solo para asumir más trabajos independientes y mejorar su economía, sino también para estudiar con mayor constancia.

Sin embargo, los problemas propios del encierro prolongado comenzaron a aflorar. «No estamos preparados para vivir 24/7 con la familia», reconoce Héctor. La falta de equipos de cómputo necesarios para que él y sus cuatro hijos (Daniela, Elioth, Zoe y Leonel) pudieran conectarse de manera simultánea generó dificultades logísticas. «Hubo veces en que a las dos o tres de la mañana seguía haciendo tareas, precisamente porque hay que darles prioridad a los niños».

Justina vio la suspensión de la presencialidad como una pausa necesaria para el ajetreo diario. Con más tiempo para organizar sus pendientes, retomó las asesorías por videollamada o vía WhatsApp. Aunque echó de menos las bondades del acompañamiento cara a cara, la vida en línea le brindó nuevas moralejas. «Aprendes a hacer autodidacta, porque si no entiendes una cosa a fuerza tienes que buscar herramientas para comprender».

«¿Dónde están tus sueños?»

«A través de su labor constante y puntual, y con el ejercicio de su sencillez y generosidad, ustedes hacen posible el trabajo del resto de los equipos de la Universidad», celebró Mario Patrón Sánchez durante la ceremonia de graduación llevada a cabo en octubre de este año. Justina, Héctor y Jacobo, a quienes se sumó Alfonso Rafael Polo Morales, conformaron la generación 2022 de Codo a Codo que concluyó exitosamente el bachillerato en línea.

Cada uno de los cuatro graduados recibió de manos del Rector un equipo de cómputo como reconocimiento al magis ignaciano: la capacidad de dar el extra cuando las situaciones se complican. «El simple hecho de darles un espacio digno, de reconocimiento, y decir ‘Sus estudios valen lo mismo que los de los estudiantes de esta universidad’, me pareció increíble», recuerda Javier Trueba, quien fue maestro de ceremonias en el festejo.

Héctor Coca se encuentra estudiando la Licenciatura en Capital Humano. Si bien Codo a Codo solo contempla acompañamiento hasta la preparatoria, el nuevo universitario continúa recibiendo asesorías por parte de colaboradores de la IBERO Puebla. Justina Cóatl pasará las navidades junto a su familia y se preparará para empezar la Licenciatura en Trabajo Social en la UNAM a finales de enero. Consiguió entrar al segundo intento, al igual que quiso abandonar sus estudios en dos ocasiones.

Por su parte, Jacobo Pedraza, que fue ovacionado por sus compañeros de trabajo durante la graduación, recuerda cómo pudo hacer de lado su tendencia negativa en los estudios- «Era muy malo para la escuela», reconoce, para adoptar nuevas formas de entender la vida. Y aunque no se atreve a dar el ‘sí’ definitivo a estudiar la licenciatura, afirma: «Si quiero cosechar, necesito sembrar y sembrar».

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