Esta madrugada, los mozos elegidos para el peregrinar, bajaron a la Virgen de Ocotlán del altar que ocupa desde 1687

Esta madrugada, los mozos elegidos para el peregrinar, bajaron a la Virgen de Ocotlán del altar que ocupa desde 1687, tras su aparición en medio de un árbol en llamas entre el bosque de ocotes que ahora está a un kilómetro de la capital del estado.

Como cada tercera semana de mayo, los feligreses de Tlaxcala y otros estados se congregaron a las 3 de la mañana para presenciar “la bajada de la virgen” y acompañarla, primero con rumbo al ex convento de San Francisco y luego al llamado «pocito» donde fluyen aún las “aguas milagrosas” de su aparición.

«En 1541 se le apareció a Juan Diego Bernardino la virgencita de Guadalupe; ahí le indicó que fuera a ese sitio para que llevara agua para los enfermos y se curaran», cuenta en entrevista el presbiterio Adrián Velázquez Lara.

La tarde de la aparición Juan Diego Bernardino le dijo a los franciscanos que, a la mañana siguiente, fueran al bosque de ocotes. Allí, entre árboles en llamas encontrarían, hundida en lo profundo del tronco de un árbol cubierto de fuego que no quemaba, la figura de la Virgen de Ocotlán.

Ahora, con misterios y padres nuestros los feligreses y peregrinos de Estado de México, Morelos, Puebla e Hidalgo, acompañan este día el recorrido por los puntos que en el siglo XVI la virgen recorrió mientras la basílica de Ocotlán se construirá bajo la orden del padre Juan de Escobar.

La llevan por tapetes de aserrín pintado, alfombras de flores y una guardia de seminaristas de blanco y morado. A los costados, las mujeres de la escuela de pastoral, con sus moños amarillos, abren camino y entonan canciones. Hay más silencio que alboroto; este año no sonaron los cohetes.

«Es un día de oración y de guardar, no es festivo, se considera el origen de nuestra fe, la propia con la figura de la virgen que se apareció en esta zona. Es un acto de comunión más que de festejo», refiere Velázquez Lara.

Encabezados por el obispo de Tlaxcala, Julio César Salcedo Aquino, los mil feligreses caminan por las calles rezado, elevando plegarias y entonando cantos que buscan eliminar la desolación y la enfermedad de muchos, o encontrar cobijo y esperanza en otros.

El peregrinaje se detiene, una ocasión en la capilla del vecino, otra en la plaza Xicoténcatl junto a la estatua del primer gobernante tlaxcalteca, y una más en «la picota», ahora enterrada por el cemento de una tienda con conveniencia ubicada en el zócalo de la capital , pero aún con el indicativo de que ahí se celebraban rituales.

Al medio día, con un cielo nublado en la capital que amenaza lluvia, los feligreses arribarán cerca de las dos de la tarde a la basílica de Ocotlán donde el obispo oficiará la misa de gracias.

Por Redaccion

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