Cada 8 de marzo las calles son tomadas por marchas que se manifiestan contra la violencia hacia las mujeres y entonces se habla de los feminicidios, de abusos y violencia en general pero no se habla de la lucha que libran muchas mujeres dentro de sus relaciones afectivas donde no son validadas, donde sus emociones son minimizadas o atribuidas a sus ciclos menstruales, donde sus límites son tomados como caprichos o imposiciones, donde el pedir respeto es tomado a broma.
En muchas relaciones, por el simple hecho de ser mujeres, se obtienen fácilmente etiquetas que nos menosprecian como “tóxica”, “histérica”, “loca” tan solo por no tolerar situaciones que muchos hombres creen que son normales.
Las mujeres nos enfrentamos diariamente a la violencia pasiva de la sociedad que no tolera de la misma forma el paso del tiempo en los hombres que en las mujeres, pues mientras ellos se vuelven atractivos y cotizados, las mujeres “perdemos valor” con la edad como si fuésemos objetos y mientras se acepta el cambio corporal de los hombres, viendo normal el ganar peso, perder cabello o tener arrugas, la sociedad no lo acepta en las mujeres a quienes constantemente se nos bombardea con publicidad de cremas antiarrugas, planes de dieta que aunque podemos pensar que están dirigidos a ambos sexos, tienen nombres tendenciosos como “operación bikini” que incitan a perder peso para las vacaciones y como claramente los hombres no usan bikini, sigue siendo una presión que cae sobre las mujeres.
Ser mujer significa muchas veces enfrentarse a las suspicacias de que si se logra alguna meta es porque hubo algún hombre involucrado a quien le “pagó el favor”, se habla de las mujeres que vivimos solas, tratando de adivinar las razones, sin aceptar que también se trata de una decisión, lo mismo que tener hijos o casarse. Ser mujer significa no tener las mismas licencias de moda que los hombres, pues mientras ellos se ven “sport” con pants y sudadera, una mujer vestida igual sería vista como desarreglada, lo mismo pasa con el cabello o el calzado.
Ser mujer es ser exigida constantemente por una sociedad que quiere mujeres que sean exitosas laboralmente, pero que al mismo tiempo sean eficientes amas de casa y madres de familia, mientras que un hombre es disculpado de su ausencia en el hogar a cambio del éxito profesional, por lo que no importa cuánto nos esforcemos, pareciera que no logramos cubrir los parámetros que incluyen una apariencia impecable y eterna juventud.
En resumen, la lucha por la equidad no se libra únicamente el 8 de marzo en las calles, sino diariamente en todos los ámbitos de la sociedad y debe empezar por educar en las familias el respeto, la colaboración en equipo, sin asumir que es tarea de una sola persona, se debe educar en la responsabilidad, que permita que cualquier persona se desarrolle personal y profesionalmente pero que sobre todo, sea libre de elegir lo que le dé mayor satisfacción y que construya su plan de vida sobre sus propios parámetros , sin sentir que está llegando “tarde” a cualquier decisión.
Reconozcamos el largo camino que ha recorrido la lucha por los derechos de las mujeres pero también seamos conscientes de lo que aún está pendiente para poder hablar de una verdadera equidad. No olviden que el diálogo sigue a través de nuestras redes sociales. ¡Hasta pronto!
AUTOR: Gabriela Fortis, tanatóloga
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