Hoy niñas y niños tienen por hogar espacios públicos, al igual que sus padres y abuelos.


La marginación extrema y la indiferencia social caracterizan la vida en la calle, lacerante situación social ligada a la falta de empleo, hambre, adicción a las drogas, existencia en condiciones infrahumanas y la muerte prematura, muchas veces por causas prevenibles.

De acuerdo con el Censo de Poblaciones Callejeras 2017, en la Ciudad de México existían seis mil 754 personas en situación de calle, cuatro mil 354 vivían en espacio público y dos mil 400 eran atendidas en albergues públicos y privados.

Coordinado por el Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS) del gobierno capitalino, en colaboración con organizaciones de la sociedad civil, expertos y academia, la estadística identificó que 87.27 por ciento de esa población son hombres y 12.73 mujeres.

“Las razones por las que las personas viven en la calle son muy diversas, desde niños homosexuales y niñas embarazadas que corren de su casa, menores maltratados, personas con adicción a las drogas y otras que no pueden pagar la renta”, señaló Ali Ruiz Coronel, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM.

“También hay adultos mayores que, después de trabajar, sus hijos los echan a la calle, y están ahí porque no tienen otro lugar; o personas que estuvieron en prisión y no logran reincorporarse a la sociedad.

La diversidad en las causas y en las formas en que se vive en la calle son la característica fundamental”, señaló. Hay personas de reciente vida en la calle que algunos días consiguen dormir en casa de un familiar o en algún hotel, y tratan de pasar inadvertidas; otras viven en situación de calle crónica, pues tienen más de cinco años en el espacio público.

“Esta es la población más visible y la que normalmente consideramos personas en situación de calle, pero las otras también existen, también son muchas, pero no son visibles, porque ellos no quieren que se note, no es algo de lo que se sientan orgullosos”, señaló la antropóloga. Tres generaciones en la calle Ruiz Coronel señaló que en México la situación de este grupo cambió con los años.

“En los ochentas eran sobre todo niños, y ahora son adultos que desde entonces no lograron incorporarse y siguen viviendo en la calle, con todas las cicatrices de la vida y en el cuerpo”. Detalló que existe una tercera generación: se trata de niños que nacen en la calle porque sus padres siempre vivieron ahí, quienes a su vez son hijos de personas que también radicaron en sitios públicos.

Es el modo de vida que conocen. La antropóloga señaló que estar en la calle es complicado, además de que es un mito que en unas horas ganan 500 pesos por limpiar parabrisas; existen circunstancias que les impiden conseguir trabajo, como la falta de comprobante de domicilio o la credencial del Instituto Nacional Electoral.

“Realicé trabajo de campo con ellos y comprobé que es muy difícil conseguir el recurso, pues mucha gente les echa el coche y hay una concepción machista de que los hombres de esa edad deben de trabajar, pero nadie se acerca a conocer cuál es la razón por la que están en la calle”, señaló.

Ruiz Coronel, quien en el IIS coordina el Seminario Permanente de Investigación-Acción sobre Personas en Situación de Calle en América Latina, manifestó: “El fenómeno tiene muchas similitudes en la región, como más propensión a estar en calle de quienes tienen una discriminación histórica: en Brasil la población negra y en México la indígena y campesina, que son población migrante local.

En todos los países de la región son más hombres que mujeres, porque ellas encuentran con facilidad alternativas antes de ser expulsadas a la calle, como ser aceptadas por un familiar o convertirse en víctimas de trata; aunado a eso, soportan más el maltrato antes de salirse de casa.

“En la calle hombres y mujeres sufren mucha violencia, pero ellas sufren más violencia sexual y ellos más violencia física policial y acusaciones de cosas que no hicieron”. Desarrollarse en los espacios públicos representa tratos infrahumanos y un desgaste físico fuerte, con uso de sustancias psicoactivas las cuales las usan como automedicación para sobrevivir, detalló Ruiz Coronel. La droga también es un mecanismo de socialización, y por ello su consumo es frecuente y común.

En México los que más se usan son los inhalables, en especial solventes en una estopa. “Estas personas tienen un envejecimiento acelerado, se arrugan más, les faltan dientes y se les cae el cabello, además de un daño fisiológico generalizado, pues su cuerpo tiene un daño como si fuera un adulto mayor, aunque sean jóvenes”, precisó Ruiz Coronel.

La mayoría fallece de padecimientos prevenibles, para los que hay solución, pero pierden la vida por la falta de acceso a servicios básicos, por infecciones gastrointentinales y deshidratación. “Eso nos habla de la marginación y la indiferencia social en la que viven”, señaló.

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