Historias de amor en tiempos de millenials. Hoy en día estamos dejando de creer en el amor y no es de a gratis.

Se dice que las generaciones modernas vivimos esperando la recompensa inmediata, los likes, favs y followers; tenemos poca tolerancia a la frustración, detestamos esperar por una respuesta de mensajería instantánea (sea cual sea la plataforma) y le tenemos más miedo a los vistos que al SAT.

Muchos otros dirían o se enfrascarían en largas discusiones e hilos twitteros, explicando porqué nuestra sociedad y/o contexto social, económico, familiar o político, nos han embaucado en esta cultura de lo fast.

Creo que la gran mayoría nos hemos topado con publicaciones que llaman nuestra atención tanto en nuestro timeline, como en la fila del super, con títulos como: «Cinco pasos para cautivar al amor de tu vida», «Los 10 mandamientos para tener a tu pareja comiendo de tu mano», «La clave para ser más atractiva para el sexo opuesto», «¿Cómo saber si está perdiendo el interés», «Descubre si te está poniendo el cuerno con este sencillo test«, ¿te suena?

Como fan y aprendiz del amor de pareja, no estoy segura de en qué punto de nuestra historia adoptamos la idea de que lo podíamos encontrar como una serie de pasos en un video de 15 segundos (con publicidad incluída).

No se crean, tampoco tengo la fórmula del éxito. Conozco el felices por siempre; el te molesta porque le gustas; el no eres tú, soy yo; los sobrevaluados 14’s de febrero y algunos otros impostores que en ocasiones cometemos el error de tomar por amor, con sus honrosas excepciones.

Pero no, damita, caballero, los caminos de la vida no son como yo pensaba. Fue hace aproximadamente tres meses que recibí una noticia que no se escucha a diario. Una luz al final del túnel, si lo quieren ver de esa manera. Y es que después de 14 años de haber fallecido mi abuela, mi abue volvía a contraer nupcias. Leíste bien.

Después de tal notición, busqué cada momento posible para involucrarme más en este padrísimo y único capítulo. He de compartir que tanto como nieta, como mujer, creo fervorosamente que mi abuelo es el hombre más bueno que puede haber en el planeta y como tal, es complicado poder pensar en alguien que pueda ser merecedor de hacer match con tan increíble ser humano.

Durante mi infancia, conviví con mis abuelos más tiempo de lo que lo hace un niño promedio. Mi abuela siempre fue la clásica alcahueta y abogada que toda niña consentida podía pedir, por lo que tuve una infancia privilegiada llena de playa, muñecas Barbies, hamburguesas, vestidos y zapatos de charol. Mi tiempo con ella fue muy corto y su partida dejó un hueco inesperado y doloroso en nuestras vidas. Pero más en la de él.

Cuando estaba en mi etapa de princesa, uno de los juegos más recurrentes con mi abuela era discutir sobre a quién quería más mi abuelo, a lo que él siempre le respondía con una sonrisa de oreja a oreja: a ella. Y desde entonces se convirtió en mi príncipe azul, ese incondicional, amable y gentil caballero que está dispuesto a luchar con dragones, por muy feroces que parezcan.

Con el tiempo aprendí que el dragón más terrible que pudo enfrentar, fue la muerte. La ausencia de su primer amor, su amor prohibido, aquel con el que compartió 50 años desde que la conoció siendo maestra de catecismo, la mujer por la que soportó vientos despiadados, infernales desiertos y escaló hasta el último cuarto de la torre más alta. Y esa fue una estocada de la que creímos que no podría salir victorioso.

A estas alturas me imagino que ya comen ansias para que les cuente sobre la novia, a esas vamos. Seguro habrán escuchado o leído algo sobre la terapia ocupacional, pues bueno, eso fue básicamente lo que le recetaron a mi abue después de tan duro momento. Es por esto que ni tardo ni perezoso, se inscribió a todos los talleres disponibles, donde descubrió que tenía una melodiosa voz.

Como mi abue es muy disciplinado, fue evolucionando hasta llegar a un coro de concierto donde conoció a Teresita, y el príncipe azul estuvo en la friendzone durante unos meses, hasta que logró escapar con cuchillito de palo, paciencia y un toque de caballerosidad, de esos detalles por los que una se derrite. Spoiler alert: ella dijo que sí.

Sobra decir que la aceptamos como uno de los nuestros. No había zapatos que llenar porque el corazón de nuestro príncipe se hizo aún más grande. La casa del abuelo se volvió a llenar de risas, sabores y muchos colores. De ella aprendí dos lecciones más para la lista: que en la vida como en el amor, nada está escrito con tinta indeleble y que las segundas partes también pueden ser muy buenas.

Familia y amigos disfrutamos de una boda donde saboreábamos cada detalle como algo único e irrepetible, sin extravagancias, ni poses, ni selfies, ni mesas de regalos. Teníamos a lo más importante siendo protagonista de la historia: la expresión más pura de dos personas que más allá de la edad, nos quisieron hacer partícipes del compromiso de amarse y respetarse por el resto de sus vidas, con tooodo lo que esto significa (porque saben perfectamente lo que significa).

Tal vez los Beatles siempre tuvieron la respuesta: ALL YOU NEED IS LOVE, LOVE IS ALL YOU NEED. En nuestros propios cuentos, el amor puede ser aquello que nos desempolve, nos haga abrir los ojos, mirar hacia arriba y disfrutar las cosas buenas que tiene la vida, (lo leyeron cantando, ¿verdad?). El amor puede ser también ese motor que nos impulsa a querer ser los caballeros de dorada armadura que están dispuestos a luchar con cuanta bestia se nos presente.
En un mundo tan lastimado como el nuestro, el amor puede ser nuestro grito de guerra, nuestra bandera blanca, hacernos mejores personas, mejores ciudadanos.

Volvamos a creer en el amor, tal vez también vuelva a creer en nosotros.

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