La Mina de Plata es una joya dentro de la capital poblana; parece un espacio detenido en el tiempo: botellas de vidrio, placas de coches antiguos, una caja registradora que funciona con botones similares a las viejas máquinas de escribir.
El ambiente transmite familiaridad, la hospitalidad con la que reciben los encargados del establecimiento parece sacada de otro mundo; y lo mejor es que han mantenido el estilo de las primeras tabernas de la ciudad.
Literalmente no tiene comparación. A pesar de ser una cantina, el ambiente sigue siendo familiar gracias a una regla principal: no se sirven más de tres bebidas por persona. Esta medida mantiene el orden y la buena convivencia en el lugar.
Cabe mencionar que es de los pocos espacios que conservan las recetas de las bebidas que utilizaban nuestras abuelas para curar diversos males de forma casera. Entre ellas están el rompope, el tejocote, el lomo de rana, el anís y, por supuesto, el clásico remedio.
Todas estas bebidas se elaboran de manera tradicional y se dice que tienen beneficios para la salud. Por ejemplo: el remedio es un licor de hierbas mezclado con un poco de anís que ayuda a aliviar los cólicos menstruales.
El lomo de rana, servido con limón y Squirt, es ideal para la resaca, aunque es bastante fuerte tanto en olor como en sabor. Si la cruda es muy severa, existe la bebida denominada Vuelve a la vida. Basta con tomar un shot para recuperarse casi de inmediato; además, también funciona como digestivo.
La historia de esta icónica cantina comenzó cuando un ruso llegó a Puebla y la administró durante cinco años, hasta que transfirió el negocio al suegro de la actual propietaria, Elena Lara. Tras el fallecimiento de su esposo, Elena quedó al frente del lugar.
Con su trato cálido y sus bebidas tradicionales, Elena ha conquistado a sus clientes, quienes llevan más de 20 años acudiendo fielmente y aseguran que el tiempo no pasa dentro de esta cantina. Incluso visitantes extranjeros llegan para probar sus famosas preparaciones.
La cantina se ubica en la 3 Norte #802, en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla.
Y como decía mi abuelo: “Una no es ninguna, dos es media y tres es una; y como una no es ninguna, el ciclo se vuelve a empezar”. ¡Salud!
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