Lo único que esperan es una caricia para sentir ganas de volver a empezar, y así, ladrar de alegría y no de miedo.

A bordo de una camioneta Escape color gris plata, Raquel Romero Martínez recorre las calles de Atlixco para rescatar a perros en situación de calle. Las alertas de animalitos atropellados, golpeados, con sarna o simplemente abandonados a su suerte, caen tanto en su número personal como las redes sociales de Esterilizaciones de Huellitas Atlixco.

Raquel cumple años a finales del mes de enero, y justo hace cinco años, le dieron el mejor regalo que podía tener, un espacio para que instalara un albergue de perros que llamó “Huellitas de Amor” en donde conoció el verdadero rostro de la lealtad.

Hoy suman 96 perritos rescatados, la mayoría de ellos entregados en adopción; y cerca de cinco mil esterilizaciones de perros y gatos realizadas en alianza con el Grupo Médico Veterinario “Vets Gabh”, que tienen un costo de 250 pesos sin importar el tamaño o la raza.

Para la rescatista, una mujer de 44 años, que es licenciada en idiomas y que desde hace una década se dedica a la venta de bolsos de dama; actualmente existe un despertar social por el cuidado de las mascotas, más en estos tiempos de pandemia; sin embargo, consideró que comprar perros de raza sigue siendo una forma de status para algunas personas.

La adopción de perros mestizos (a los que algunos se refieren despectivamente como callejeros) es complicada debido a que son animales de talla grande, que además de consumir mayor cantidad de alimento, requieren de un espacio adecuado para vivir.

En el albergue actualmente se encuentran 11 perros, 10 hembras y un macho, todos en condiciones de ser adoptados, a excepción de Luz, que tiene una discapacidad que le imposibilita el movimiento de las patas traseras.

Todos sus rescates han sido de animales que han sufrido maltrato, algunos casos son verdaderamente impensables, pero ella siempre valiente y bondadosa, los levanta de la calle sin importarle el estado en que se encuentren: regularmente están ensangrentados, con pulgas y hambrientos.

Raquel con mucha paciencia repara el cuerpo y el corazón de los perritos a quienes llama sus ángeles, quienes lo único que esperan es una caricia para sentir ganas de volver a empezar, y así, ladrar de alegría y no de miedo.



Las huellitas que saltaron del terror al amor

Al llegar al albergue los ladridos de Vicky, Negrita, Lunita, Galleta, Estrellita, Felicia, Valiente, María Félix, Mimí, Luz y Cuco nos dan la bienvenida. Todas las perras brincan sobre nosotras para abrazarnos con sus patas, mientras Cuco, el único macho del refugio, me orina en señal de pertenencia.

Raquel les habla con tanta dulzura que los perros la siguen hipnotizados, saben que los nombrará uno por uno y les dará una carnaza. Inició con Mimí, a quien rescató hace un año a pie de carretera junto con otros dos cachorros que de inmediato fueron adoptados por ser machos.

Mientras me comenta que es más difícil colocar en hogares adoptivos a las hembras, acariciaba a Mimí porque ese día la habían plantado por segunda ocasión, pero al ver las caricias, Luz se impulsó rápidamente con sus patas delanteras, arrastrando las traseras, para recibir su dosis de amor.

Luz fue rescatada hace cuatro años en la colonia Valle Sur, después de una llamada anónima que notificaba sobre un animalito minusválido en situación de calle, aunque Raquel vio que la arrojaron de una casa.

El veterinario dijo que la perrita recibió un golpe en la cadera que la inmovilizó, aunque otro punto de vista médico, determinó que el animalito tenía parásitos cerebrales y eso le imposibilitó el movimiento.

Ahora Luz requiere de análisis clínicos por un problema de riñones, ella no está en adopción debido a que no controla sus esfínteres, pero aún se mantiene activa y juguetona.

Cuco también conoció la crueldad de la calle, fue rescatado en el mercado hace dos años tras haber sido acuchillado. Raquel me contó que el peor caso fue un perro que encontró afuera del Rastro Municipal, al que de tantos golpes le zafaron la mandíbula y le sacaron los ojos.

“El veterinario me dijo que el animalito llevaba tirado como una semana con dolor, frío y hambre. Lo llevamos casi inconsciente, solo llegó a morir, ya no tenía solución y decidimos sacrificarlo. Fue muy triste, me impactó la terrible condición en la que encontramos al perro”.

La maldad contra los animales no tiene límites, dijo Raquel al mostrarme a Felicia, rescatada de cinco meses de edad, tras ser violentada sexualmente. Con una rehabilitación de cuatro meses, tiempo en el que la perrita estuvo inmóvil y con alimentación especial, volvió a caminar y a ser feliz.

Así fue presentándome a cada una de sus inquilinas. María Félix, mestiza negra con patas blancas como si fueran guantes, rescatada en el puente de Valle Sur tras ser atropellada por una camioneta; Vicky la primera en llegar del albergue hace cinco años, ahora, con 10 de edad, nadie la quiere adoptar.

Luego me muestra a Estrellita y Lunita, quienes dice tienen una conexión especial porque van juntas para todos lados “son mancuerna”, señaló mientras se acercó Galleta, una perra que rescató de un departamento deshabitado.

La voz de dulzura de Raquel se modifica en enérgica para poner límites cuando detecta algún comportamiento inadecuado, o determina aislar al perro por unas horas, para que comprenda que debe evitar esa conducta.

Raquel aseguró que es imposible tener a más de 12 perros juntos, pues por su propia naturaleza animal, a veces, se atacan entre ellos; reconociendo que en una ocasión encontró un perro muerto sin saber que había pasado “por eso siempre hay que estar pendiente del comportamiento de la manada”.

Así recordé la película Amores Perros, cuando Coffee el perro de pelea de Octavio (Gael García), que fue rescatado por “El Chivo” (Emilio Echeverría) mató a los demás perros de su rescatador, prensándolos del cuello con sus colmillos, cuando se quedaron solos.

La vida de una rescatadora de perros

Para Raquel el día inicia a las 7 de la mañana cuando desayuna y revisa sus redes sociales para saber si hay un perro que ayudar. Una hora más tarde llega al albergue a dar de comer y jugar con sus perros, también cura las patas traseras de Luz, y atiende a los que requieran de cuidado especial.

“Además de estos 11 perros tengo otros siete en hogares temporales. La gente me marca o me viene a ver para que vaya a recoger a más, pero les digo que ellos los cuiden. Yo pongo la esterilización y las croquetas. Son pocos los que aceptan, pero ya no puedo más. A veces lloro cuando tengo que pasarme de largo porque no puedo levantar un perro más”.

Sobre las adopciones Raquel es muy cuidadosa, no entrega cachorros a familias con niños menores de 10 años porque los tratan como muñecos de peluche y a veces sufren accidentes absurdos como que les den de comer algo que les hace daño o que hasta los introduzcan en una tina de lavadora. Dijo que tampoco los da cuando se percata que los quieren como vigilantes de bodegas.

Una vez que entregó un perro en adopción -previo análisis y recopilación de identificación oficial y comprobante domiciliario-, Raquel hace visitas sorpresa a la casa de adopción, y así, es como ha sorprendido a un par de personas que los tienen encadenados bajo el rayo del sol.

“No reclamo nada, sería desgastarme en personas que no valen la pena, solo me llevo a mis perritos. Este estilo de vida me ha costado relaciones, amistades, me salgo del cine o de cualquier tipo de reuniones cuando me hablan los vecinos porque mis perros están haciendo mucho escándalo. Así llego a jugar con ellos para tranquilizarlos”.

Continúa contándome que va al refugio hasta tres veces al día, que todos los miércoles realiza un paseo largo con los perros auxiliada por voluntarios, que todos los viernes y domingos realiza la campaña de esterilización en la Avenida Libertad 203, además de que otro día de la semana traslada la campaña a alguna colonia de la ciudad.

Durante este ajetreo Raquel también entrega bolsas y carteras a domicilio o en su local ubicado en Avenida Libertad 802, aunque su sueño dorado es dedicarse de tiempo completo al rescate de perros como el ecuatoriano Jefferson Ortiz, mejor conocido como Jefferson Rescata, quien a mediados de julio del 2021 llegó hasta Santa María Zacatepec para intentar rescatar a los dos perros que cayeron en el socavón.

Ayúdanos a seguir rescatando

Jesús Sánchez es el principal benefactor de “Huellitas de Amor”. Es quien presta una casa en obra negra en la colonia Francisco I Madero en donde se instaló el albergue. También Ariadna Ayala, actual presidenta municipal de Atlixco, hace tres años puso el piso de cemento en el interior de la casa para que los perritos no durmieran en la tierra, me contó Raquel.

También resaltó la labor del Grupo Médico Veterinario “Vets Gabh” que son quienes consultan y esterilizan de manera gratuita a los habitantes del albergue, y de la ayuda incondicional que recibe de prestadores de servicio social y voluntarios.

Para Raquel es difícil nombrar a todas las personas que a lo largo de estos cinco años han apoyado su iniciativa, y hasta recordó que un amigo migrante cada fin de año le manda recursos para la compra de croquetas como regalo de Navidad.

Y es que al mes los perros del albergue consumen alrededor de 100 kilos de croquetas, es decir cuatro costales de 25 kilos, cada uno con un valor aproximado de 500 pesos; dinero que Raquel reúne de las aportaciones de sus amistades y de la venta de bazar que colocó en su local ubicado en Av. Libertad 82 en Atlixco.

Así que, si no tienes dinero para apoyar esta noble labor, seguro tienes ropa, zapatos o aparatos electrónicos que no utilices y que puedas donar para el bazar, y así poder comprar alimento para estos angelitos que solo esperan una oportunidad de ser felices bajo un techo.

El número para contactar a la rescatista Raquel Romero Martínez es 244 144 0224, y su número de tarjeta de débito Santander para cualquier aportación es: 5579 0701 2219 2027


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