En una casa, una docena de familiares, entre suegros, cuñados y sobrinos, se han refugiado luego de perder donde vivían desde hace más de 30 años.

A una semana de la tragedia en San Pablo Xochimehuacan, la comunidad está enojada y triste; exigen a las autoridades claridad sobre el destino de sus hogares, pero también temen que ocurra otra fuga o explosión, pues en los últimos días se han encontrado otras dos tomas clandestinas en el lugar.

A pesar de que saben que viven sobre ductos de Pemex y de personas que comercializan combustible robado, no han analizado la posibilidad de ser reubicados, pues añoran regresar a sus hogares y recuperar lo perdido.

En la denominada “zona cero” donde se encuentran las viviendas con daños severos y que serán demolidas se observa el polvo y se escucha el ruido de maquinaria que trabaja en la remoción de escombros, ahí sigue personal del Ejército Mexicano aplicando el Plan DNIII, para contribuir en las labores de retiro de material.

David, cuenta que desde hace cuatro años habitaba junto a su familia en la Cerrada Industria a menos de 300 metros de distancia de donde se registró la toma clandestina, ahí sus padres construyeron una casa, junto a otras tres que pertenecían a su tíos y abuelos.

En total, son una veintena de integrantes de la familia Fernández los que resultaron afectados y cuyas viviendas ya comenzaron a demolerse.

Hace 7 días, junto con sus padres y tres hermanos salió de su casa en la madrugada ante la alerta que causó el fuerte olor a gas LP, mientras caminaban apuradamente, detrás de ellos observaban muy de cerca la nube provocada por la toma clandestina.

Y cuando llegaron a Barranca Honda, escucharon las explosiones, por lo que pensaron que seguramente se habían dañado, ventanas y puertas.

“Regresamos después porque se empezó a decir que grupos estaban entrando a las casas y robando, cuando llegamos fue muy fuerte ver la casa, esperamos que tuviera daños pero no a tal grado”, externó.



Días después sólo pudieron extraer de su casa documentos y algunas cosas básicas, ya que sólo dejaron ingresar a una o dos personas, que no debían mover muebles para evitar que los muros y techos se cimbraran o colapsaran.

La pérdida es total, dice, en ese predio estaba la casa de sus abuelos donde se solían hacer todas las reuniones familiares y de la que ahora sólo quedan ruinas, al igual que en el resto de viviendas vecinas.

“Nos quedamos con la incertidumbre, con el miedo también, porque donde estamos ya también se han encontrado dos tomas, entonces la gente no entiende, no contentos con lo que pasó la gente sigue robando”, expresó.



Fue vivir una película del fin del mundo

Israel, se ha volcado a ayudar a sus familiares, sus suegros y tíos perdieron todo aquella madrugada en la que sintieron estaban “en una película del fin del mundo”, pues la gente salía de sus hogares desesperada, corría y gritaba, mientras veían la nube de gas LP sobre de sus cabezas.

Actualmente viven en su hogar una docena de familiares, entre ellos sus suegros, cuñados y sobrinos que habitaban desde hace más de 30 años cerca de donde ocurrió la explosión.

El siniestro acabó con el patrimonio de toda su vida, pues su suegro la construyó hace 45 años, pero la explosión derrumbó techos y muros, también acabó con el negocio que habían emprendido con la crianza de pollos, los animales de corral, los vehículos y demás pertenencias fueron pérdida total.

Como un gesto humanitario, además de alojar a sus familiares, comenzó el reparto de desayunos, comidas y cenas para quienes lo necesiten, pues aunque se les entregan despensas a los damnificados, no tienen estufas o calentadores para guisar.

Ambos coinciden en que sus familias sólo están en espera, pues no se han acercado a ellos personal del gobierno municipal y estatal para informarles cuando se les repondrán sus casas y todos sus bienes.

“Ya demolieron, en la parte de mis suegros y tíos, pero no hay alguien que informe, no hay un diálogo, nada, no sabemos cuándo van a reconstruir”, reprochó Israel.

Asimismo, lamentaron la indolencia de autoridades, pues aseguran que vecinos ya habían denunciado la entrada y salida de pipas.

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