La historia es cíclica, y una forma de comprobarlo es la repetición de crisis y conflictos, algo que podemos observar en el tema de seguridad en Puebla.
Desde hace algunas semanas, en la ciudad de Puebla, es común ver patrullas de la Policía Municipal estacionadas en avenidas principales con las torretas encendidas (las luces azules y rojas).
Los agentes, con expresión de aburrimiento, permanecen de pie junto a sus unidades sin hacer nada, mirándose entre ellos o revisando su teléfono celular.
¿Cuál es la estrategia detrás de esa instrucción?
Me atrevo a pensar que la Secretaría de Seguridad Ciudadana pretende generar una percepción de presencia policial en las diferentes zonas de la ciudad. Y es aquí donde la historia se repite.
En 2009, mientras la delincuencia organizada ganaba fuerza en la entidad y las autoridades intentaban negarlo de todas las formas posibles, se desató una cacería en la capital poblana contra el poderoso capo Arturo Beltrán Leyva, luego de un enfrentamiento con policías judiciales.
A esto se sumaban los constantes asaltos a negocios, transeúntes, transporte público y robo de autopartes, lo que generaba una fuerte sensación de inseguridad.
El titular de lo que hoy es la Secretaría de Seguridad Ciudadana era Andrés Vicente Ruiz Celio. Como ocurre en varios municipios poblanos en la actualidad, en aquel entonces un militar relevó a un civil en el cargo.
Una de sus estrategias, hace casi 15 años, consistía en colocar patrullas en las esquinas y realizar recorridos breves, siempre con las luces encendidas.
La estrategia fue ampliamente criticada por la sociedad y, al cabo de unos días, fue cambiada.
La percepción de los ciudadanos y de los propios policías era que, con los códigos luminosos y sonoros activados, los delincuentes sabían con exactitud dónde estaba la policía y por dónde se desplazaba, lo que les permitía actuar con facilidad.
Días después, la instrucción cambió y los patrullajes volvieron a realizarse de manera normal.
Además, mantener las luces encendidas consume batería, lo que obliga a mantener los vehículos en marcha. ¿Cuánta gasolina se gasta en patrullas que permanecen inmóviles en una esquina?
Otro ejemplo de historias que se repiten está en la Fiscalía General del Estado.
El área de robo de vehículos ha sido históricamente una mina de oro. Muchos titulares, comandantes y jefes de grupo han amasado grandes sumas de dinero.
El esquema es sencillo: cobrar por liberar vehículos recuperados, por no detener a personas con autos robados, por consultar si un vehículo tiene reporte de robo, e incluso participar en operaciones más complejas, como coludirse con empresas de grúas o con bandas delictivas que roban vehículos y que les informan dónde abandonarán los tractocamiones tras descargar la mercancía en bodegas clandestinas.
Algunas caras cambian, pero los negocios continúan. Basta con revisar la gran cantidad de quejas que pesan sobre Rubén Zamora en la Coordinación de Robo de Vehículos. Incluso en las redes sociales de la Fiscalía hay denuncias sobre su actuar.
Por cierto…
En la Fiscalía General del Estado hay un «sobrino incómodo» que se niega a pagar un adeudo de 270 mil pesos por la construcción de su casa.
Los afectados están dispuestos a llevar su protesta hasta el edificio central.