Para este 1 de junio, la iglesia católica celebra a la Virgen de la Luz, así como a San Íñigo y San Justino, así como Aníbal María di Francia.

Este 1 de junio transcurre el día 152 del año en el calendario gregoriano y quedan 213 días para terminar el 2018. Según el calendario católico se celebra a la Virgen de la Luz, San Íñigo, abad de Oña y San Justino, mártir.

Justino nació el año 100 d.c en la ciudad de Flavia Neapolis (actual Nablus, en Cisjordania; llamada Siquem en el Antiguo Testamento).​ Aunque afirma ser samaritano, su familia era pagana de habla griega, por lo que fue educado en ese contexto cultural.[2]​ En su Diálogo con Trifón cuenta que estudió filosofía con diferentes maestros que por una u otra razón le decepcionaron y, tras convertirse al cristianismo (antes reconoce haber profesado la filosofía platónica) en Éfeso, en tiempos de Adriano, dedicó el resto de su vida a difundir lo que él consideraba la verdadera filosofía. Su concepto de la misma radica esencialmente en el sincretismo judeo-alejandrino. Parece ser que viajó bastante, y que al final de su vida se instaló en Roma, donde fundó el Didascáleo romano, una escuela de filosofía cristiana. Sufrió martirio en la capital del Imperio, al parecer debido a sus disputas con el cínico Crescencio,[2]​ durante el reinado de Marco Aurelio, siendo Junio Rústico prefecto de la ciudad (entre 162 y 168).

Justino es uno de los mártires que demuestra, desde el punto de vista histórico, de cómo la Iglesia celebraba el culto desde el comienzo de la misma. En el capítulo 2, versículo 42 del libro Hechos de los Apóstoles, se lee «Perseveraban asiduamente en la doctrina de los Apóstoles y la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones». De allí que su famoso discurso eucarístico sea citado siempre como referencia de cómo vivían la fe los primeros cristianos.

San Iñigo, de origen mozárabe, nació en Calatayud en los primeros años del siglo XI (tradicionalmente se acepta el año 1000). Desde su juventud se retiró al monasterio de San Juan de la Peña. Después de ordenado sacerdote se escondió en las montañas de su tierra, en Tobed, para vivir como anacoreta. Sin embargo, al parecer fue descubierto por sus extraordinarias virtudes y sus milagros. El mismo Sancho III el Mayor de Navarra fue a buscarlo para que se convirtiera en abad del Monasterio de Oña (Burgos), que rigió hasta su muerte el 1 de junio de 1068.

Fue consejero de Sancho III el Mayor de Pamplona y confesor de su hijo, el rey Don García Sánchez III de Pamplona, a quién atendió en sus últimos momentos al morir en la Batalla de Atapuerca. Es autor de Observaciones singulares en la aritmética y Sistemas astrológicos sobre la natividad de algunos príncipes y de varias personas conocidas.

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