Santa Rosa de Lima atendía a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención
Este 23 de agosto, la Iglesia Católica recuerda a Santa Rosa de Lima, la primera santa de Latinoamérica. Nació en 1586 como Isabel Flores de Oliva. Era hija de Gaspar Flores, arcabucero natural de Baños de Montemayor (Cáceres, España) y de María de Oliva y Herrera, hilandera y costurera indígena. Así lo afirma la placa en la casa de los Flores, que aún se conserva en la citada localidad extremeña. Su padre llegó al Perú en 1547 como soldado del pacificador Pedro de la Gasca. En mayo de mayo de 1577 se casó en Lima con María de Oliva y Herrera. De ese matrimonio nacerían 12 hijos, entre ellos la santa.
Siendo muy joven empezó a ayunar tres veces por semana y a realizar duras penitencias en secreto. Su hermano Hernando siempre la apoyó y ayudó. A los 12 años se mudó con su familia hacia Quives, un pueblo a 60 kilómetros de Lima. Ahí recibió la confirmación de manos del futuro santo católico Toribio de Mogrovejo, que fue quien le dio el nombre de Rosa.
Regresó a Lima con su familia a los pocos años. Debido a los problemas económicos de sus padres trabajaba el día entero en el huerto y bordaba para diferentes familias de la ciudad. En esas esas condiciones precarias, también vió a su alrededor otra pobreza, la de los indios. Su aya Mariana, india, la ayudó a tomar conciencia de la humildad de estos individuos y criticó duramente la crueldad con la que los españoles trataban a la población indígena.
A Rosa le molestaba atraer pretendientes por su belleza y por eso se cortó el pelo y se echó pimienta en la cara. Rechazó a todos. Rosa pasaba varias horas al día observando el Sagrado Sacramento, el cual recibía a diario, algo muy raro en aquella época. Finalmente, después de 10 años, hizo voto de virginidad. Rosa atrajo la atención de los frailes de la Orden Dominica. Ella deseaba convertirse en monja, pero su padre lo prohibió, por lo que al cabo de unos años ingresó en la Tercera orden de Santo Domingo a imitación de su admirada santa Catalina de Siena.
A partir de entonces vivió recluida en una ermita construida por ella misma en el huerto de su casa. Solo salía para visitar el templo de Nuestra Señora del Rosario y atender las necesidades espirituales de los indígenas y los negros de la ciudad. También atendía a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención. Murió de tuberculosis a los 31 años.
Este y otros santos son celebrados durante el 23 de agosto:
San Antonio de Gerace
Santa Fructuosa mártir
San Lupo de Nove
San Minervo mártir
San Eugenio de Ardstraw
San Flaviano de Autun
San Arquelao de Ostia
San Claudio de Egea
San Asterio de Egea
San Ciriaco de Ostia
San Neón de Egea
San Zaqueo de Jerusalén
Beato Francisco Dachtera
Beato Juan Bourdon