En Padua fundó una biblioteca y una escuela políglota, la que se convertiría en una de las mejores de Italia.
San Gregorio Barbarigo fue un Cardenal, académico y diplomático italiano del siglo XVII, considerado por sus coetáneos como “un hombre misericordioso con todos, pero muy severo consigo mismo».
Como obispo se condujo con santo celo, procurando el bienestar de su grey, al tiempo que hacía esfuerzos por expandir y fortalecer la cultura católica, y así influir para bien en la vida social. Por ejemplo, se hizo de un par de imprentas, las que puso al servicio de su diócesis. San Gregorio quería que se publique y se divulgue más la literatura católica, muchas veces rezagada numéricamente con respecto a las publicaciones seculares o anticlericales. Por otro lado, se esmeró en la formación de sus seminaristas; por tal motivo amplió y aumentó los recursos para los seminarios de Padua y Bérgamo.
En Padua fundó una biblioteca y una escuela políglota, la que se convertiría en una de las mejores de Italia. También mandó construir escuelas populares y escuelas catequéticas, no solo para orientar a las juventudes sino también para formar a padres y educadores.
Gregorio Giovanni Gasparo Barbarigo nació en Venecia (Italia) el 16 de septiembre de 1625, en el seno de una de las familias más conocidas de la ciudad. Recibió educación católica y a la edad de 20 años fue escogido por el gobierno veneciano para acompañar al embajador Luigi Contarini al Congreso de Munster, donde se firmó el tratado de Westfalia y se puso fin a la Guerra de los Treinta Años. Fue en aquella gran ocasión que conoció al nuncio apostólico Fabio Chigi, quien lo acompañó en su camino de discernimiento al sacerdocio, convirtiéndose en un amigo muy cercano. A la edad de 30 años, en 1655, Gregorio se ordenó sacerdote, mientras que el Cardenal Chigi sería elegido como el nuevo Papa, bajo el nombre de Alejandro VII.
Su amigo y consejero de siempre, ahora Papa, lo nombró primero canónigo de Padua y, en 1657, obispo de Bérgamo. Posteriormente entre 1664 y 1697, Gregorio ocupó el cargo de obispo de Padua. En 1660 fue creado cardenal; cuatro años más tarde, se le transfirió al obispado de Padua.
De personalidad benigna y misericordiosa, siempre se mostraba solícito con sus hijos espirituales, preocupado de quienes sufrían o estaban en desgracia. Durante la gran peste de Roma, ayudó en la asistencia que la Iglesia realizó a casi 13 mil enfermos. También fundó la Congregación de los Oblatos de los Santos Prosdócimo y Antonio, en Padua.
San Gregorio Barbarigo murió santamente el 15 de junio de 1697. Fue beatificado en 1761 y canonizado por San Juan XXIII, el 26 de mayo de 1959.