Por: Mely Arellano Ayala
El 9 de octubre la estadunidense Claudia Goldin se convirtió en la tercer mujer en ganar el Premio Nobel de Economía, por sus investigaciones sobre la brecha que existe entre hombres y mujeres en el mercado laboral.
Goldin ilustró la participación femenina en el mercado laboral de EU con una U, pues a diferencia de los hombres, la participación de las mujeres no es concordante con el crecimiento económico de un país, sino que está definido por otros factores, como el acceso a la educación, el matrimonio y la maternidad.
En el mundo, sólo el 50% de las mujeres participan en el mercado laboral, contra 80% de los hombres, pero además, esas mujeres ganan 13% menos que los hombres, a pesar de que actualmente hay más mujeres que hombres estudiando en las universidades, e incluso hay países que han legislado para garantizar la igualdad salarial.
Goldin encontró que las decisiones de las mujeres respecto de su futuro fueron cambiando en cada generación, y que sus expectativas se modificaban de acuerdo con lo que había vivido la generación anterior, es decir, en relación con sus madres, y hasta dónde habían llegado estas en el mercado laboral.
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Sus hallazgos se fundamentan en una base con datos de más de 200 años sobre la participación laboral femenina en EU, que ella misma creó pues no existía, y descubrió que hubo un decrecimiento alrededor de 1800, con la llegada de la era industrial, antes de crecer nuevamente en 1900, cuando las mujeres comenzaron a emplearse en el sector de servicios o como secretarias.
Pero la brecha salarial se empezó a cerrar más rápidamente a partir de los 70s, con la aparición de la píldora anticonceptiva. Así, las investigaciones de Goldin confirman la importancia social y económica del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.
México es una de las naciones con las
brechas más grandes de participación entre mujeres y hombres en el mercado laboral, y ahora podemos afirmar que eso tiene mucho más que ver con la falta de políticas públicas y de garantías de nuestros derechos, que con el desarrollo económico del país.
Por supuesto me refiero principal, pero no exclusivamente al reconocimiento pleno de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, entendido como el acceso libre e
informado a métodos anticonceptivos y al aborto, sino también al mejoramiento de las condiciones para maternar, de modo que convertirse en madre no suponga renunciar a nuestros sueños, nuestras carreras y metas personales.
Claudia Goldin no propone una solución, puesto que eso depende de los gobiernos, pero sí pone sobre la mesa un importante y profundo problema, que en los Congresos de muchos estados, como el de Puebla, aún pretenden abordar desde un punto de vista simplista, moralista, prejuicioso, desinformado y antiderechos.
Las mujeres representamos mucho más que reproducción y cuidados, es hora de que la sociedad y el Estado tome nota de ello.
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Foto: Especial