Habrá que dejarse de espectáculos, esta concepción de que la política es un show ha quedado en el olvido.
La en la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se celebró en nuestro país el pasado 18 de septiembre, deja varias lecturas en relación a la ideología política, a la polarización y a todo el espectáculo que sigue adornando el ejercicio de la política; sí también y aún en México; sí, también y aún en pandemia.
En teoría, lo que en esta cumbre debía presentarse como tema rector eran los avances de la pandemia por COVID19, buscar crear un fondo de desastre para América Latina y el Caribe, debido a que la región está enfrentando los impactos del cambio climático y también discutir la propuesta de México para transformar a la Organización de Estados Americanos (OEA).
Temas, sobre todo los dos primeros, que eran medulares para los países de América Latina, los de “en vías de desarrollo”. Sin embargo, de las conclusiones de esto poco o nada se comunicó, lo esencial fue sustituido por comunicar por parte del Gobierno de México temas más de forma que de fondo. Temas que podrían obedecer a mostrar un músculo de las izquierdas en AL que arropaban el ejercicio del mandatario López Obrador, ojalá hubiera sido eso, la ideología de izquierda generalmente vela por derechos fundamentales como el respeto a las libertades.
Ojalá, decía, porque entonces habría una ideología política, un sentido de rumbo y trazo de políticas públicas en función de ella en torno a esta cumbre. Empero, lo que se comunicó en mayor medida fue el arribo del Presidente de Cuba, Manuel Díaz Canel y su esposa, por la mañana del 17 y que fue recibido en Palacio Nacional, enmarcado por gigantes pendones de las banderas mexicana y cuba, por el Presidente López Obrador y su esposa Beatriz Gutiérrez. El arribo del Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que confirmó, según se informó, de último minuto y que fue recibido por el Secretario Marcelo Ebrard y su esposa en el hangar presidencial. Habría que decir, también mucho de simbolismos, que el presidente venezolano es la primera vez que sale de su país desde que fue acusado por Estados Unidos de narco terrorismo.
Y contrasta la llegada del presidente de Uruguay, Luis Lacalle que fue recibido por el Secretario de Comunicaciones y Transporte Jorge Arganis en el aeropuerto. Contrastante porque no fue recibido por el Secretario de Relaciones Exteriores pese a que este Presidente sudamericano, no confirmó de última hora. Mismo presidente que señaló en la Cumbre que no estaba de acuerdo con las dictaduras haciendo referencia a las visitas de los mandatarios de Cuba y Venezuela, respectivamente. Y arremetió contra los gobiernos dictatoriales.
El Presidente de Argentina Alberto Fernández, informó que cancelaba porque estaba con los temas de la crisis sanitaria en su país. Lo cierto es que en realidad tendría que enderezar el barco porque a su partido no le fue nada bien en las recientes elecciones primarias para las cámaras, fue histórico que en Buenos Aires como en CDMX, no ganara la izquierda cuando siempre había sido votado izquierda, particularmente peronismo y ahora krichnerismo.
Lo que ocurre en Argentina ocurrió en México y ocurre en América Latina: Polarización. Discursos de odio, narrativas populistas que pueden ser muy encantadoras de serpientes pero que en este momento, justo en este momento, la pandemia aceleró la realidad de todo y la ciudadanía está ávida de gobiernos eficientes, no le importa la ideología lo que desea es tener resultados inmediatos, porque las precariedades están siendo más evidentes las de la pobreza pero también las de la ineficiencia de los gobiernos, sea cuál sea la ideología (o ausencia de ella) que gobierne.
Y la polarización va para todos los lados extremos, no importa si es derecha como ocurrió con el PAN que se reunió con el partido que representa al fascismo VOX, no importa que sea de izquierda como Maduro. Habrá que dejarse de espectáculos, esta concepción de que la política es un show ha quedado en el olvido. En este momento, la polarización sólo genera sentimientos colectivos de ira, por eso la gente vota en contra, elige cambio, porque necesita vacunas, comida, salud, economía, educación más que discursos vacíos queriendo regirse por una ideología de supremacía.