En medio del semáforo rojo los fieles no dejan de visitar sus iglesias que fueron cerradas por el incremento de contagios
Por las restricciones que ha impuesto la Diócesis de Tlaxcala, en estos días la fe se profesa a sana distancia en la Basílica de Nuestras Señora de la Misericordia en Apizaco, ubicada en Avenida Cuauhtémoc, donde piden por los enfermos, el fin de la crisis económica y la pandemia.
La basílica se ubica a un costado del zócalo de la ciudad de Apizaco y es de reciente construcción, apenas 60 años de esta estructura neogótica con sus campanarios en punta para conectar con el cielo -la mayoría de las veces despejado- en el centro de una advocación virginal adorada desde su primera aparición en un pueblo de la ciudad de Savona, Italia.
En el transcurso de la mañana, en Apizaco los fieles se hincan a tres metros de la virgen y los santos, colocan sus pertenencias en el piso (bolsas de mandado, mochilas, suéteres), cruzan las manos y rezan mientras la fila de devotos se suma uno a uno.
La gente se concentra sobre todo en las mañanas, pierde la compostura, el tiempo apremia y la fe no sabe de medidas sanitarias ni sana distancia y se aglomeran para pedir susurrando.
Suenan las campanadas del medio día; tres mujeres esperan turno: una pedirá por los enfermos, la familia, por el fin de la pandemia; otra por el trabajo y los hijos; las preocupaciones que son varias que llevan y traen en la bolsa y los zapatos.
La Diócesis de Tlaxcala ordenó a sus agrupaciones clericales municipales cerrar y suspender las ceremonias religiosas con presencia de feligreses para obedecer el llamado que extendió el Consejo Estatal de Salud frente a la segunda ola de contagios por COVID19.
Hasta ahora, la Iglesia Católica mexicana reportó cuatro obispos y 135 sacerdotes muertos por el nuevo coronavirus; en Tlaxcala, hasta diciembre de 2020, la Diócesis reportó 10 sacerdotes contagiados y dos fallecidos. Así se vive la fe en Apizaco, a distancia e intocable.