“Que todo lo malo que traes, que todo lo que te pesa o que te aflige se quede aquí”, dice Don Antonio mientras da palmadas en la espalda y en el pecho
Las heladas aguas de la cascada de Apatlaco, al pie de los volcanes, sirven a Antonio Analco Sevilla “El Tiempero” de Santiago Xalitzintla, para limpiar de mal de amores, de mala fortuna o de cualquier desdicha a quienes confíen en su conocimiento ancestral.
De pie o de rodillas frente a la cascada, cuyo origen se remonta a más de 30 millones de años, que proviene del volcán Iztaccíhuatl; hombres y mujeres solicitan ser tocados por “El Tiempero” mientras el agua cae y vuelven a renacer.
“Que todo lo malo que traes, que todo lo que te pesa o que te aflige se quede aquí”, dice Don Antonio mientras da palmadas en la espalda y en el pecho, como si quisiera que en un eructo se arrojen los demonios que se cargan dentro.
Esto sucede ante la mirada de decenas de personas que siguieron a “El Tiempero” desde su comunidad ubicada en Puebla, a esta vena de agua que se localiza en el Estado de México, a tan solo cinco kilómetros de Paso de Cortés, para cantarle las mañanitas a la Iztaccíhuatl.
Este 30 de agosto la fe católica celebra a Santa Rosa de Lima por lo que Antonio de 74 años y su esposa Inés de 68, quienes llaman “Rosita” a la Iztaccíuatl y “Don Goyo” al Popocatépetl, llegaron con sus amigos al Centro Ecoturístico Apatlaco cargando su palo con listones de colores para danzar.
También llevaron frutas, flores, chocolate, veladoras e inciensos además de sus rezos y sus cantos para ofrendar y ser bendecidos con la energía de la milenaria cascada de Apatlaco, que náhuatl significa “lugar de baños medicinales”.
Puede más la medicina del Padre Celestial que las enfermedades del hombre.
Para Don Antonio el poder y el dinero corrompen al hombre y a la mujer, y los volcanes son los mensajeros del padre celestial “por eso lanzan humo, piedras o grava para hacer el trabajo de Dios en la tierra”.
Por la pandemia del Covid-19, este año “El Tiempero” no pudo llevar su ofrenda al lugar donde tradicionalmente celebran a “Rosita”, que es subiendo al Parque Nacional Izta-Popo por la región de San Mateo Ozolco, Puebla.
Cada año con el dinero que le deja la venta de su libro “Lectores de la Naturaleza. Memorias de un hacedor de lluvia” y de la pequeña miscelánea que tiene junto a su casa, Don Antonio renta un autobús para llevar a todos los caminantes, danzantes y almas libres hasta las faldas de los volcanes.
Este 2020 pensó que subiría nada más con su esposa Inés, pero desde la madrugada llegaron a Santiago Xalitzintla los amigos del “hacedor de lluvia” provenientes de las ciudades de Puebla, Cholula, Atlixco y del Estado de México.
En caravana camionetas, combis de transporte público y autos compactos subieron por los agrestes caminos mirando la majestuosidad de los eternos novios Popocatépetl e Iztaccíuatl.
Una vez entregada la ofrenda, de ser bautizados en la cascada, de danzar con los pies descalzos y de compartir los alimentos con los extraños que se hermanaron en ese bosque llegó el momento de regresar.
En el camino pululaban las camionetas y motocicletas con los citadinos que hartos del confinamiento corrieron a los ecoparques pensando que eran los únicos a los que se les ocurrió ir a respirar aire puro teniendo como filtro un cubre boca.
Comparte y no pierdas la fe.
En la casa de “El Tiempero” un plato de sopa de moñitos, otro de mole con pollo y tortillas hechas a mano esperaban a los amigos que festejaron a “Rosita”. Al terminar la comida un pequeño trago de refino artesanal sirvió para brindar.
En la modesta sala comedor está un altar con un cuadro de la sagrada familia, un crucifijo, una virgen de Guadalupe, un San Judas Tadeo y veladoras que contrastan con cuadros de personificaciones aztecas del Popocatépetl y la Iztaccíuatl.
Antonio e Inés no se sientan a comer. Su felicidad está en compartir sus alimentos con sus invitados, quienes devoran la comida con sabor y olor a cocción con madera. Los desconocidos se hacen amigos en esa mesa, intercambian teléfonos y prometen volver a verse en la próxima caminata a las montañas.
“El Tiempero” se sienta en el patio en un tronco de madera y por primera vez en el día guarda silencio y pierde sus ojos en el horizonte.
– ¿En que piensa Don Toño?
– Me mira y me pregunta: ¿por qué se van?
– Porque es tarde y debemos viajar.
– ¿Vendrán a visitarme? ¿Cuándo vienen al temazcal?
– Pronto Don Toño, muy pronto.