Ejemplos sobran en la historia mitológica, literaria, religiosa y política, territorios en donde las traiciones permanecerán en la memoria colectiva.

Para traicionar, antes hay que ganarse a la víctima. Una vez que ésta te aprecie, te quiera, entres a su casa, comas en su mesa y sepas sus más íntimos secretos, entonces, clavas la puñalada por la espalda.

Una captura de pantalla de Whatsapp, el envío de una fotografía, la grabación de una llamada telefónica, una cita en un motel o una conversación indiscreta, virarán la vida de aquellos que fueron traicionados, el desprestigio los alcanzará en el menor de los casos; a otros, incluso una muerte trágica los sorprenderá.

La traición es el máximo pecado que un ser humano puede cometer según el catolicismo. Sus responsables son enviados al último anillo del infierno de Dante, donde corresponde la peor de las condenas: ser deglutidos por Satanás, el máximo traidor.

Para algunos hombres, quebrantar la lealtad es inherente a los malos tiempos, cuando el cansancio aprieta y el desgaste del espíritu es brutal. Quizás por eso Judas traicionó a Jesucristo.

Tantos años de predicar la palabra de Dios a los paganos, caminando de sol a sol, apenas comiendo y en constante persecución de los romanos, llevó a Judas a aceptar unas cuantas monedas para entregar a su “maestro” a una muerte en la cruz.

Para algunas mujeres, poner en manos de sus enemigos a sus familiares, amigos, superiores jerárquicos o a un batallón entero, es cuestión de resentimiento, de ambición o de envidia.

La traición quizás se trate de una venganza por no haber obtenido reconocimiento, una posición política o simplemente es un hábito de las personas que no comprenden los principios éticos como la honestidad y los valores como la lealtad.

Quizás por eso Mata Hari entregó a los alemanes información que llevó a la muerte a miles de soldados aliados en la Primera Guerra Mundial. Aunque algunos textos señalan que la bailarina fue una doble agente y un chivo expiatorio, lo cierto es que el manejo de datos obtenidos en alcobas, la hizo conservar un estilo de vida privilegiado, antes de ser encarcelada y morir fusilada.

Ejemplos de Judas y Mata Haris sobran en la historia mitológica, literaria, religiosa y política, territorios en donde las traiciones permanecerán en la memoria colectiva con un valor aleccionador.

Joel acostumbraba derrochar el dinero producto del trasiego de drogas, poseía, además, una gran afición por las pronunciadas curvas y los autos lujosos. Sus enemigos, sabiendo su debilidad por las mujeres, contrataron a una stripper, Perla, quien ya había hechizado a otros capos para entregarlos a fatales destinos.

La mujer citó a Joel en un motel, en donde fue interceptado por un comando armado. Una semana después, en un río, fue encontrado el cuerpo del hombre, amordazado y con el tiro de gracia; él también había traicionado. Arturo tiene una carnicería que atiende con su joven esposa Lucia, a quien conoció hace una década, cuando se la presentó su hijo Gabriel, como su novia.

Tras la doble traición de su padre y de su pareja, Gabriel se fue con su madre a vivir a otra ciudad. Arturo nunca volvió a saber de su primera esposa y de su hijo. Luis está en prisión. Mató a su esposa Martha, le dió cinco puñaladas luego de recibir unas capturas de pantalla de Whatsapp, en donde descubrió la infidelidad de la madre de sus hijos.

La mensajera fue la esposa del amante, que al sentirse traicionada buscó venganza. Dice que no tiene remordimientos por el trágico desenlace. Dicen que hay puntos de quiebre en tu vida, es cuando decides mover el timón del barco.

¿Cómo serás recordado/a cuando la tormenta pase? ¿Como traidor o traicionado o como traidora o traicionada?

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De Judas y Mata Haris

“Tú, Judas, te sentarás a la diestra del diablo, comerás con él las mejores viandas, pero su sabor será confundido con la hiel del toro asesinado.

Tú, Mata Hari, bailarás para ellos, ungida con el más costoso perfume, pero su aroma será el del estiércol.

Lloraré tu traición y tu destierro, pero tú, Judas, y tú, Mata Hari, quedarán sepultados bajo el hielo, y sus lágrimas se congelarán. Jamás podrán llorar”.

Mónica JFranco.

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