El mundo se convirtió en algo distinto a lo que vivíamos.

Te juro que mi intención jamás fue mentirte, de verdad pensé que con una cuarentena todo terminaría, que el encierro dejaría de doler tras cuarenta días, así como la cicatriz de la cesárea de cuando naciste hace 19 años.

Hoy no me duele la cesárea, esa casi se borró. Hoy me duele el corazón por no poder decirte cuándo terminará esto y mucho menos te puedo decir que la vida será igual. El mundo se convirtió en algo distinto a lo que vivíamos.

Estoy segura qué este sentimiento de incertidumbre lo comparto con todos los que somos padres o madres, quienes vemos a nuestros hijos e hijas sentados frente al computador en clases a distancia, añorando regresar a las aulas para ver a sus amigos.

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Tampoco podemos salir como antes, ni al parque, ni al cine, ni a la playa, ni hacer fiestas de cumpleaños donde todos nos apretujamos en las mesas de dulces o en las piñatas. Tampoco podemos visitar a la abuela y agarrarla a los besos y abrazos.

Hace casi un año te decía que el Covid-19 llegó como una lección para el despertar de la conciencia, para hacernos mejores seres humanos. Te pedí que identificaras tus debilidades y fortalezas para que al terminar la pandemia desplegaras tus alas.

Lamento decirte que debes desplegarlas ya. Esto no terminará, los modelos epidemiológicos nos muestran que el coronavirus se seguirá comportando como una danza. En breve rebrotará con más portadores como un salto mortal y después los números de muertes en ascenso y descenso bailarán durante todo el año.

Hoy te reitero que la palabra resiliencia debe ser tu credo de vida. Para lograrlo debes cambiar los conceptos con los que te formó esta sociedad: crece, estudia, trabaja, reprodúcete, compra, acumula y muere.

Transfórmate de la manera que la vida se presenta. Si el virus te arrebata a tus seres queridos, llora solo un día y al día siguiente sal a la batalla, refuerza tus defensas y que la selección natural decida quien es el más fuerte.

Aliméntate de la mejor manera que puedas, ejercítate que tus músculos estén fuertes para resistir hasta generar la autoinmunidad, trabaja duro en lo que te toque contribuir con la sociedad, enamórate en libertad y sin apegos, canta, baila y nunca te olvides de levantar tu vista al cielo y sentir el calor del sol.

A ti que eres padre o madre, sonríe por seguir mirando los ojos de tus hijos o hijas al amanecer. Que el universo te regale un día más al lado de ellos, recuerda que eres el sol que ilumina sus vidas en estos momentos que no entienden cuando terminará la pandemia.

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