Los pescadores empleaban una red de enmalle para capturar camarones en el golfo de California el 19 de octubre.
Este otoño, cuando los científicos planeaban una expedición en México para contar los ejemplares de uno los animales más amenazados del mundo, una tímida marsopa llamada vaquita, temieron que no quedara ninguna por encontrar. El último recuento, en 2019, calculó que solo quedaban unas diez.
Al mismo tiempo, los pescadores de la zona se preparaban para salir con las redes ilegales que, según los científicos, están llevando a las marsopas a la extinción: paredes de malla que cuelgan en posición vertical bajo la superficie, hasta seis metros de profundidad y que se extienden a lo largo del equivalente a varios campos de fútbol americano.
Llamadas redes de enmalle, atrapan camarones y peces. También enredan a las vaquitas, ahogando a los mamíferos. Los investigadores afirman que las redes son la única causa conocida del catastrófico declive de la especie, pero deshacerse de ellas ha resultado ser todo un reto.
En medio de una crisis mundial de la biodiversidad, con un millón de especies en peligro de extinción, la historia de la vaquita muestra cómo incluso las soluciones obvias —en este caso, poner fin a la pesca ilegal— requieren voluntad política, aplicación de la ley y un profundo compromiso con las comunidades locales para satisfacer las necesidades tanto de las personas como de los animales.
“El gobierno, hasta ahorita, no nos ha dado una respuesta efectiva o algo efectivo cómo vamos a mantener a nuestras familias sin salir a trabajar ilegalmente”, dijo Ramón Franco Díaz, presidente de una federación de cooperativas pesqueras en San Felipe, un pueblo junto al hábitat de las vaquitas. “Los niños ocupan comer, ocupan vestir”.
Los primeros resultados del estudio de las vaquitas de este año, finalizado a principios de noviembre, muestran que los animales siguen existiendo, pero al filo de la navaja. Los expertos en mamíferos marinos dicen que la recuperación es posible, pero solo si su hábitat queda libre de redes de enmalle.
En cambio, la pesca ilegal en la zona está muy extendida y ocurre a la vista de todos. Incluso cuando un equipo de científicos de México y Estados Unidos llegó a San Felipe para el recuento de este año, parecía que continuaba sin cesar.
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