El cierre de fábricas y comercios en China, junto a las restricciones de viaje impuestas para hacer frente a la epidemia de covid-19.
El alivio muy probablemente será momentáneo. Y su causa es fundamentalmente una mala noticia. Pero una de las consecuencias inesperadas del brote de coronavirus ha sido un aire más limpio y la reducción en las emisiones de gases que contribuyen al cambio climático.
El cierre de fábricas y comercios en China, junto a las restricciones de viaje impuestas para hacer frente a la epidemia de covid-19, se ha traducido en una bajada sustancial en el consumo de combustibles fósiles en el país asiático.
Y eso ha producido una caída de al menos un 25% en sus emisiones de dióxido de carbono, según cálculos de Lauri Myllyvirta, del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), con sede en Estados Unidos. «La demanda de electricidad y la producción industrial (de China) permanecen muy por debajo de sus niveles habituales, según varios indicadores», destacó Myllyvirta en un análisis publicado en el portal especializado Carbon Brief la semana pasada.
«Es probable que esto haya eliminado una cuarta parte o más de las emisiones de CO2 del país en las dos semanas que siguieron a las vacaciones del año nuevo chino, el período en que la actividad normalmente se habría reanudado», dijo entonces el experto.